¿Dónde está el límite de un equipo humilde para pensar en objetivos más ambiciosos? El Mallorca ha llegado a esa duda a base de buen juego, intensidad y jugadores en un estado de forma brutal.
Ya ha pasado la barrera de los 50 puntos a falta de once jornadas para concluir el campeonato. Por ello, los jugadores de Vicente Moreno pueden y deben tomar la licencia de mirar hacia arriba y no hacia abajo.
Enfrente estaba un Zaragoza que empezó timorato, con dudas. Sabía de la dificultad que conlleva visitar Son Moix esta temporada, pero fue despertando con el paso de los minutos.
El Mallorca llegaba por todas partes, demostrando su potencial ofensivo, aunque perdonó por mediación de Budimir, que no tuvo su día. El que sí lo tuvo, como desde hace siete meses, fue Lago Junior, un auténtico quebradero de cabeza continuo.
Sin embargo, el Zaragoza se veía cómodo y afrontaba el descanso con positivismo, pero se durmió en los laureles y fue entonces cuando llegó su martirio. Raíllo fue el encargado de castigar a los aragoneses.
Segundo tanto consecutivo para el central cordobés, que envió al fondo de las mallas completamente solo de marca un preciso envío de Lago Junior. Al filo del descanso. Una diana muy pero que muy dolorosa para los visitantes.
Sin pausa y a lo loco
La segunda parte fue una auténtica locura, repleta de ocasiones y sin 'centrocampismo' alguno. Con este marco, el Mallorca se siente muy cómodo gracias a los puñales que tiene por extremos.
Un disparo potente de Baba estuvo cerca de convertirse en la sentencia. El Zaragoza no le perdía la cara al partido, pero no había un minuto en el que no sonara para subir el 2-0 de los mallorquines.
Cristian Álvarez lo despejó absolutamente todo y el Zaragoza empezaba a creer que podía empatar y puntuar en tierras mallorquinas. La expulsión de Carlos Nieto, tras una falta inexistente, fue determinante para el desequilibrio del electrónico.
Los cambios de Vicente Moreno surtieron efecto y Abdón Prats aprovechó los espacios para fusilar a Cristian. Ese tanto abrió la veda y Aridai se encargaría de cerrarla a la contra. Una fiesta bermellona y una pesadilla zaragozana.