La derrota por 4-0 ante el Huesca puso de manifiesto una vez más que el Real Valladolid no es el mismo equipo del inicio de Liga.
Los de Sergio claudicaron una vez más ante un rival directo y despertaron viejos fantasmas de cuando el que dirigía al equipo era Luis César Sampedro y no el técnico catalán.
Si bien es cierto que el conjunto blanquivioleta ha mejorado ofensivamente, no se puede negar que ha perdido gran parte de la fiabilidad defensiva mostrada a comienzos de temporada.
En las primeras once jornadas, el Pucela sumó 16 puntos y sólo encajó nueve goles. Una cifra que ha cambiado notablemente en las once siguientes, en las que el Valladolid ha sumado sólo nueve puntos y, a cambio, ha encajado 19 goles.
El problema se ha acrecentado ante los rivales directos. En el primer partido en el que el Valladolid podía poner tierra de por medio ante un rival de la zona baja, contra el Leganés, el cuadro castellano encajó un 2-4.
De nuevo, ante el Rayo Vallecano, los pucelanos podían distanciar a un rival directo y cedieron por 0-1. Por último, este viernes, contra el Huesca, el Valladolid perdió una nueva ocasión de dejar tocado a un rival por la salvación, pues el Huesca le endosó un contundente 4-0 en El Alcoraz.
Sólo ante otro equipo tocado como el Celta, al que los vallisoletanos ganaron remontando por 2-1, el equipo respondió como debía.
Dichas actuaciones y facilidades defensivas contrastan con el buen rendimiento que ha tenido el Valladolid ante equipos teóricamente superiores. Los de Sergio rascaron un punto tanto en San Mamés como en Mestalla, dejando claro que se crecen cuando las condiciones son más adversas, algo que también hicieron, sin suerte, tanto en Sevilla como en Levante, donde encima fueron castigados por dos decisiones arbitrales bastante polémicas.
Si el equipo blanquivioleta quiere mantenerse en Primera, tiene que encontrar ese punto medio que permita mantener una regularidad que, en los últimos dos meses y medio, los pucelanos no han podido mostrar.