Capaz siempre de lo inesperado en el campo, fuera de él Ronaldinho añadió una etapa más a su peculiar vida. Esta más triste, la estancia en la cárcel. Una realidad que llega casi dos años después de su retirada.
Asumir el adiós de Ronaldinho fue ver cómo una estrella del cielo futbolístico se apagaba. El balón aún llora por ello. Pocos lo acariciaron como él, le hicieron sentirse tan pleno, divertirse tanto. Cientos de apodos adornaron su carrera. Pero, por encima de todo, 'Dinho' era un mago. Su varita no era su bota derecha, sino su sonrisa.
Esa suerte de jugador que no entendía la victoria si no partía de un regate inesperado, de un pase inimaginable, de jugar en el campo como en la calle o en la playa. Esa fórmula le llevó a ganar los mejores títulos con clubes y selección. No dejó un solo enemigo, sí cientos de cinturas deshechas por el césped.
'Ronnie' nunca disoció la vida y el fútbol, como buen brasileño. No fue el más disciplinado ni el que más kilómetros corría en el césped. Pero enjaular su genio no habría permitido contemplar su gran obra. Sí, le encantaba la noche, el Carnaval, la samba. Quizá ello le permitiera inventar regates que hoy siguen vigentes, como esa elástica que los defensas, pese a preverla, eran incapaces de frenar.
OFFICIEL ! Le frère (son agent également) de Ronaldinho annonce la retraite de Ronaldinho...
— FRCulés (@FRCULES) 16 de enero de 2018
Merci pour tout légende !
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Globos, rabonas, caños, controles mágicos, pases de pechos y un sinfín de arabescos adornados de una potencia de arrancada tremenda que componen un catálogo difícil de igualar. Con todas las camisetas que lució. Gremio, PSG, Milan, Flamengo, Atlético Mineiro, la 'verdeamarelha'... Pero sus exhibiciones más sonadas llegaron en el Camp Nou.
Joan Laporta quería a Beckham para dar un golpe de timón ante el barcelonismo. Más guapo, más mediático. Por suerte para el presidente del Barcelona, y gracias a un tremendo trabajo de campo de Sandro Rosell, el inglés dijo que no. Así comenzó su era más feliz como presidente. "Ronaldinho marcará una época", dijo en su momento. Y tanto que acertó.
Alcanzó su cénit entre 2004 y 2006. Levantó el Balón de Oro y acumuló los mejores nombramientos: mejor jugador del mundo por la FIFA y para World Soccer, que también lo designó mejor futbolista mundial de la primera década del siglo XXI. Pero fue su debut el que compendió todo lo que era. Por cosas del destino, el Barça-Sevilla de 2003 se jugó en horario de discoteca, donde también se movía con la misma soltura que dentro del área. No hubo victoria, pero sí la mejor carta de presentación con un tanto antológico.
#GolazoDelDia Capítulo 12
— Juan Perez (@TipoCualquieraa) 2 de noviembre de 2017
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Pero eran sus acciones de corto las que le enganchaban a la afición. Un tipo capaz de levantar al Bernabéu para aplaudirle en una exhibición portentosa de determinación y magia en el escenario más prohibido para un barcelonista. De inventar el gol de falta por debajo de la barrera. Cuesta encontrar algo que intentara y no lograra.
Otro de los logros que no pueden medir los números es su apadrinamiento de Messi. Lo vio venir, sabía que lo adelantaría. Lejos de ponerle piedras o querer imponer su ego, le allanó el camino. Facilitó su llegada acogiéndolo como su hermano pequeño. Mostrándole el mundo a su vera. Como queriendo proyectar lo que le quedaba de magia en él. Un nombramiento simbólico del heredero.
'Ronnie' murió de éxito en el Camp Nou. Perdió relevancia mundial, aunque su magisterio mágico tuvo varios episodios en Milan y un retiro plácido en Brasil. A Ronaldinho se le fue acabando el fútbol y encontró en la música un desahogo. "Vai na fe", tituló su primer single. "Vamos con fe", es la traducción.
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— Notitarde (@webnotitarde) 13 de diciembre de 2017
Previamente, quiso volver a jugar al fútbol sala, como cuando empezó a despuntar de pequeñito ya con esa dentadura tan característica. A sus 37 años, se puso a las órdenes del bicampeón del mundo español Javi Rodríguez.
La cárcel ha escrito nuevos episodios. Aunque ahí también es ídolo. Quedan noches, quedan sonrisas. Pero ya no hay varita. Descanse en paz una parte del fútbol desde que colgó las botas.