Arrancó el encuentro con poco ritmo, en un intento fallido de los locales de domar el ímpetu característico de los visitantes hasta que dos zapatazos rojiblancos se sacudieron el 'plan A' de Calleja.
Enseñó los dientes Saúl Ñìguez a las primeras de cambio, en una clara declaración de intenciones en La Cerámica: 'Tú mueve la pelota, que yo seré quien acabe besando las mallas'.
Así fue. A penas había transcurrido el primer cuarto de hora de encuentro, cuando Griezmann cayó en el área en un forcejeo con Jaume Costa. El árbitro dudó, pero sancionó la pena máxima.
No desaprovechó el delantero francés la oportunidad de romper la 'maldición' que le perseguía tras 15 enfrentamientos ante el Villarreal, abriendo la lata para abonarse a su archiconocido 'unocerismo'.
La anestesia de Simeone fue durmiendo a los de Calleja, con más fe y corazón que fútbol, cargados de buenas intenciones que morían en la orilla de un Oblak que pasó prácticamente desapercibido.
Ni siquiera el descanso cambió el sino del partido, donde el Atlético de Madrid se las prometía felices, exhibiendo su impenetrable personalidad para vivir de la renta cosechada en el primer tiempo.
Sin embargo, la racanería rojiblanca no conseguía doblegar el sueño local de la remontada, alimentado con el paso de los minutos y la falta de ritmo y aire de sus rivales, convencidos de su guion.
Henchido de confianza, el 'Cholo' apostó de nuevo por sentar a Griezmann, dando entrada a Gabi para apuntalar el 0-1, creyendo que su capitán cerraría todas las puertas hacia Oblak.
Calleja, más valiente que el argentino, quemó las naves y dio entrada a un Enes Ünal que se vistió de héroe en La Cerámica, firmando un doblete espectacular para castigar el miedo de Simeone.