Siempre hay palabras que definen cualquier tipo de acontecimiento. En ocasiones son más fáciles de encontrar y otras, en cambio, son elusivas por la dificultad de condesar tanto en tan poco.
En el caso de este América-Pumas, la palabra 'locura' no haría justicia a los 90 minutos. Tampoco sería ajustado con la realidad decir que todo el partido fue un muermo.
En parte, fue un choque espectacular y, por otro lado, anodino, raro y, como dicen los 'millenials', bizarro. Los dos equipos salieron proponiendo ideas atrevidas, aunque la responsabilidad fue más del América por actuar de local.
Aun así, las dos llegadas más claras fueron de los 'felinos'. Dos zarpazos que, en lugar de ir con las uñas afiladas, llegaron con la almohadillas, esas partes de las patas de los gatos que están tan blanditas.
Fue en el minuto 20 cuando todo se fue al garete. Córdova se pasó de vueltas y dejó al América con uno menos. Sería lógico pensar que Pumas daría un paso adelante.
Pero no. Si bien el dominio siguió siendo suyo, fue vacuo en ocasiones y peligro. A pesar de la ventaja numérica, los de Michel fueron inofensivos. Sobre todo González, que en un mano a mano ante Ochoa mandó el balón casi al banderín de córner.
Si hubo arenga del técnico español en el descanso, no se notó. De hecho, fue el América el que salió con más brío. Incluso Roger disfrutó de una ocasión clara anulada por el colegiado por una supuesta mano.
De lo anodino al espectáculo
Ante la pasividad de los universitarios, los de Herrera se venían arriba con timidez. Claro, a ver quién es el guapo que con un jugador menos sobre el campo se vuelca al ataque como un poseso olvidando la defensa.
Ibarra pudo decantar la balanza para los locales pero no acertó a defenir bien ante Saldívar. Los minutos iban pasado y el público del Azteca parecía animar ya por inercia para no quedarse dormido.
Hasta que llegó el mometo del espectaculo. Viñas, en la primera pelota que tocó, realizó una pared con Sánchez y definió a placer con la portería vacía. Los que menos efectivos tenían se pusieron por delante.
Dos minutos, más o menos, duró la alegría local. La expresión de júbilo de Herrera se transformó en incredulidad. Mendoza, el héroe inesperado, se encontró con el cuero botando en la frontal tras un despeje y lo empaló al fondo de la red.
Aún quedaban diez minutos más de juego en los que ambos conjunto se pudieron haber llevado los tres puntos, pero no hubiera sido justo para ninguno. Ochoa salvó bajo palos al América y Freire hizo lo propio con Pumas.