Se había afeitado cuatro años después. Fue un guiño a su país, a sus colores, a los que siempre le están esperando con la escopeta cargada. Messi quería decirle al mundo que era un día grande para él. 266 días después. También 266 días después, el infierno seguía en el mismo sitio donde lo había dejado. Volvió Messi; Argentina, no.
No, no era un amistoso más. Era la vuelta de Leo. Era un ensayo general de cara a la Copa América. Era el día en que el rosarino tenía que sentarse otra vez en el trono para que el pueblo se reenganchara a la dictadura de la ilusión. Pero también era la misma Argentina de siempre. La de Rusia. La cansina. La decepcionante.
No debe quedarse sin su buena ración de gloria Venezuela. Animosa, vertical, revindicativa. Festejó sus goles como títulos. Por su país, que vive momentos trágicos. Solo es fútbol, pero no le vino nada mal 90 minutos de tregua, de olvido, de deleite.
El Messi omnipotente del Barça es un Messi impotente en Argentina. Una vez más, quedó claro que si él solo no puede llevar a su país a la gloria es porque le falta un equipo que le respalde. Lautaro, pese al gol, tuvo más balas de fogueo que reales. A Foyth, al que muchos quieren ver como central del futuro, aún le aguarda bastante para caer del árbol maduro.
Le faltaron referentes y colmillos a la 'Albiceleste'. Lo Celso dio una asistencia, aunque se apocó queriendo dar más balones a Messi que liberando su talento. Paredes no construyó, el banquillo no revolucionó. Todo un país le anima, pero Messi está solo en el campo.
La película del partido
La pesadilla argentina la empezó a vivir en primera persona Mercado. Se comió un pase fácil a la espalda de Rosales. Rondón controló, engatilló y agitó el marcador. Solo iban seis minutos.
Argentina convirtió a Messi en guardia de tráfico, le quiso dar todos los balones en ataque. Y el barcelonista apenas encontraba al 'Pity' Martínez, que no desentonó en el disfraz de Di María.
Pero quedaba lo mejor de la primera mitad. Jhon Murillo, tras un saque rápido de falta, compuso desde la frontal una rosca preciosa y matemática. Entre la punta del guante de Armani y el poste izquierda solo había hueco para el diámetro del balón. Más preciso el tiro, imposible.
Con el 0-1, Argentina ya había empezado a electrificarse, el partido era muy adictivo yendo de un área a otra. Tras el descanso, la curva se acentuó. Paradójicamente, fue en una contra como recortó el cuadro de Scaloni.
La lanzó con maestría Messi, la continuó con inteligencia Lo Celso, la culminó, tropezándose, Lautaro Martínez. Había partido, que se echó el perfume de la remontada.
Pero lo inhibió el elástico y Darwin Marchís, una piraña que devoró a cada rival a su paso. Ya le habían hecho un claro penalti antes, aunque le señalaron el segundo, que desnudó al bisoño Foyth. Josef Martínez, con el país pendiente de él y medio mundo también, dejó su huella para la posteridad.
Entre su 'paradinha' y el engaño a Armani hubo un peculiar salto que sorprendió a todos en el campo menos a él. El 1-3, por cierto, tampoco sonaba injusto.
Se hablaba de que ante Marruecos Messi quedaría liberado para no acumular más fatiga. Bien haría en hacerlo Scaloni. Más por la emocional que la física. Porque a Messi, en solo 90 minutos, se le pueden haber acabado los 266 días de desconexión.