Arrancó el encuentro el Milan con el ímpetu característico de Gennaro Gattuso, intentando intimidar a los de Wenger, que aterrizaron en Italia cargados de dudas por los últimos resultados.
Con insultante naturalidad, el Arsenal se fue haciendo con el balón, meciendo la voracidad local para desnudar la candidez italiana con la elegancia de sus violinistas.
Ensimismados con la sinfonía de los de Wenger, los jugadores del Milan fueron perdiendo fuelle y el conjunto 'gunner' comenzó a dominar en todas las parcelas de San Siro.
A lomos de un excelso Mesut Özil, el Arsenal bailó a los 'rossoneri' y poco antes del primer cuarto de hora, Mkhitaryan sacó un latigazo desde dentro del área, con la fortuna de que su disparo golpeó en Bonnucci y se coló en la portería de Donnarumma.
Intentó reaccionar el Milan en un arrebato de orgullo, pero los londinenses habían echado raíces en San Siro, despejando todas las dudas con las que afrontaban la eliminatoria.
Henchidos de confianza, el monólogo inglés sólo fue interrumpido por alguna galopada aislada de los italianos, sin más armas que la ilusión adolescente de soñar con la gloria europea.
Al filo del descanso, Ramsey sentenció al Milan, recibiendo en una rigurosísima posición para quebrar a Donnarumma y, por ende, las aspiraciones del cuadro de Gattuso en el encuentro.
A pesar de la intensidad que intentó imprimirle el conjunto local tras la reanudación, el Arsenal se deshizo del arrebato con arrogancia, exhibiendo su experiencia como garantía de cobro del botín cosechado en el primer tiempo.
Wenger 'le puso la mano en la frente' a Gattuso y los golpes del italiano no alcanzaron nunca a su objetivo, que si no amplió su ventaja fue porque se limitó a rentabilizar el resultado.