Conociendo mejor la fusión africana entre Red Bull y el Feyenoord

Si no es ya uno de los alicientes de cara a la temporada que viene, lo será pronto: multipropiedad. Empresas y magnates, con el paso de las últimas temporadas, se han hecho bien con la propiedad absoluta de varios equipos de fútbol de élite o bien con el suficiente porcentaje de acciones como para tener mucho que decir en los despachos. Red Bull es uno de los principales actores de este fenómeno, que no escapa siquiera al continente africano.
Sus tierras son ricas en talento y jugadores físicos de potencial enorme, pero no destacan por su capacidad de organización. Es costumbre leer noticias sobre agresiones a árbitros, enfrentamientos entre los propios miembros de sus federaciones o polémicas como la retirada de Eritrea de la fase de clasificación para el próximo Mundial. Sin que haya nada oficial, los observadores internacionales apuntan que se debe a que su dictador no quiere jugársela con posibles deserciones de jugadores.
Es por este contexto que todo proyecto que cuente con unos cimientos firmes tiene fácil distinguirse del resto. Son varias las escuelas que han interpretado a la perfección esta necesidad para, lejos de centrarse en tratar de confeccionar equipos que lleguen a sus Primeras Divisiones, donde el éxito es inestable, arrojar sus esfuerzos a la formación de futuras estrellas que acaban dando el gran salto a los campeonatos europeos.
Uno de estos colegios, la West African Football Academy, es el fruto de una de las pocas inversiones de Red Bull en el mundo del fútbol que no salieron bien. La marca de bebidas energéticas creó el RB Ghana en 2008 y lo mantuvo hasta 2014, pero no le vio futuro, así que lo traspasó a la WAFA, que era y es propiedad del Feyenoord. Por eso, no debe extrañar al lector la similitud entre el escudo de los neerlandeses y su rama africana.
Gracias a las bases que dejó el grupo de multipropiedad, la academia cuenta, en la actualidad, con un estadio de 2.500 asientos, un campo de entrenamiento aparte, una piscina, una sala de videoanálisis algo precaria -son varias filas de pupitres de madera con ordenadores de torre-, un gimnasio, habitaciones para futbolistas y entrenadores, un restaurante y hasta una biblioteca. Así, los jóvenes pueden compaginar la pelota con el libro.
Tenerlo todo atado es una de las fórmulas de éxito de los de Róterdam tan lejos de su suelo nacional, así que este orden no solo está en la infraestructura física, sino también en el reparto de los equipos por edades, que es sencillo. Lejos de un entramado con muchos filiales, tan solo hay tres plantillas: Primera Generación -de 17 a 20 años-, Segunda Generación -de 15 a 17- y Tercera Generación -de 13 a 15-.
Aunque Red Bull haya dejado de estar presente de forma evidente en la WAFA, todavía se puede notar su influencia. Los perfiles en redes sociales de la escuela tienden a presumir de los acuerdos que sus alumnos consiguen en la élite y varios de ellos son con equipos que funcionan con el sonido de brindis de ciertas latas de refresco. Forson Amankwah, por ejemplo, milita en el Salzburgo con contrato hasta 2027.