El sueño duró 45 minutos. Un Villarreal ilusionado y sin complejos se veía las caras con el Liverpool en la vuelta de las semifinales de la Champions League. Un 2-0 en el global para los 'reds' exigía de los de Emery una actuación maestra y valiente. Lo fue, pero solo durante la primera mitad. En un duelo de dos caras bien diferenciadas, los de Jürgen Klopp se hicieron con el billete a París.
La cronología no tiende a ser una buena compañera al analizar este tipo de partidos, que atesoran mil y un detalles, pero, en esta ocasión, es inevitable recurrir a ella. Porque hubo dos encuentros totalmente distintos. En el primero, los 'groguets' dieron rienda suelta a su creatividad, a su desparpajo y lograron poner contra las cuerdas a los ingleses; en el segundo, estos impusieron la lógica a la épica.
Para la fase inicial, la de la alegría de La Cerámica, sus futbolistas consiguieron que funcionara un esquema muy arriesgado. Emery trazó una línea muy alta tanto en términos de presión como en términos de posición de la defensa. Esto comportaba una invitación constante a Salah, Mané y Diogo Jota para lanzar desmarques de ruptura. El Villarreal lo sabía.
La confianza en la capacidad de reacción de Albiol y Pau Torres sentó las bases del plan y la creatividad de Boulaye Dia lo salpimentó. Los de Klopp no conseguían estar cómodos en prácticamente ningún momento y, de hecho, caían más en fuera de juego que en la cuenta de que debían decelerar el ritmo del choque para triunfar. Lo hicieron más tarde.
Con los 'reds' incapaces de inyectar calma a un duelo de correcalles, los 'groguets' se movieron como pez en el agua y dieron forma a su sueño. Un Boulaye Dia inspiradísimo, un Capoue más que acertado y un Van Dijk que no daba crédito a cómo los suyos habían menospreciado las capacidades de los españoles en ataque fueron las caras más reconocibles de este primer minipartido en La Cerámica.
Un minipartido que los de Emery ganaron por 2-0. Boulaye Dia, a tan solo tres minutos del inicio, recibió un cuero raso de Capoue en el área de Alisson que remató de primeras al fondo de la red. En el 41', Coquelin superó a Alexander-Arnold con un salto poderoso y remató, de cabeza a la escuadra, un centro ideal de Capoue.
Luis Díaz, Rulli y una segunda parte 'red'
Con la segunda mitad, todo lo expuesto anteriormente desapareció en favor de un Liverpool totalmente distinto que, al fin, se reconcilió con su propia identidad y dominó como dominó en Anfield. Terminó incluso con uno más por una expulsión por doble amarilla a Capoue. Las claves, quizá tres: Jürgen Klopp, que supo pedirles a los suyos lo que tenía que pedirles; Luis Díaz, revulsivo perfecto, y Gerónimo Rulli, que no estuvo fino.
El primer aspecto, el más importante. Los 'reds' abandonaron esa primera mitad de ataques constantes, de mucho ritmo, y optaron por un gobierno tranquilo de la posesión, el necesario para que un equipo que cuenta con más calidad en su plantilla se imponga. La presión alta y feroz de los 'groguets' se extinguió conforme el cansancio atenazó las piernas y, poco a poco, el césped de La Cerámica se tiñó de rojo.
Es gracias a esta pausa en el control del esférico que los ingleses encontraron a sus especialistas, pero, sobre todo, por la irrupción de Luis Díaz. Se convirtió en una pesadilla para la zaga por la banda izquierda, la obligó a abrirse hacia su lado, a tener que responder a situaciones de dos contra uno para taponar sus disparos y, como consecuencia, Alexander-Arnold abrió un pasillo por su carril, el contrario.
Por este pasillo no solo transitaba su dueño. Lo aprovecharon Mohamed Salah y Fabinho para recortar distancias. En el minuto 62, el egipcio encontró a su compañero entre líneas y este chutó fuerte abajo hacia una meta donde Gerónimo Rulli no estuvo acertado, dejó las piernas abiertas y permitió que el cuero pasara entre ellas.
La diana terminó de volcar a los 'reds' sobre el campo del Villarreal y prácticamente borró del mapa a los de Unai Emery, presos de un Liverpool ya totalmente superior. Tan solo cinco minutos más tarde del 1-2, el 2-2 se cernió sobre el marcador cuando Díaz se quedó solo en la caja de Rulli ante un centro medido de Alexander-Arnold e hizo de cabeza, a placer, el 2-2.
Y, para coronar el soliloquio en que se convirtió la segunda mitad, Sadio Mané aprovechó una mala salida de Rulli a un balón en largo con cierta fortuna, pues la pelota, después de controlarla él, rebotó en un defensa, para firmar a puerta vacía el tercero. Mucho castigo para la bonita campaña europea del Villarreal, sí, pero contraste justo del dominio rival en los 45 minutos finales.