La flor. Ahí estaba. Brotó. En el minuto 95. La 'benzemus courtiousea' podría llamarse la que brotó en el área pequeña de la meta de Jaume. La que rescató un punto de oro cuando la racha de diez partidos se iba a pique. Sin Casemiro, Zidane se había metido en un jardín. Pero para jardín, su flor.
El 'Clásico' tiene un poder de tracción brutal. Es un partido que se juega casi desde el sorteo. La jornada previa al Barça-Madrid absorbió tanto a los protagonistas que ambos resbalaron antes de su pulso planetario. Los de Zidane, después del 2-2 de su eterno rival, también empataron. Pero, eso sí, desde la otra orilla, con una sensación de rescate riquísima totalmente opuesta a la de apagón azulgrana.
Antes del 'Clásico' liguero más igualado en los últimos años, la flor de Zidane trepó como una hiedra por el área del Valencia en el minuto 95. Fue una 'matriuska' de emociones enlazadas, un parque de atracciones concentrado en un minuto hasta que Benzema rescató un punto de manera inverosímil.
Todo comenzó con un recorte sideral del francés cuando cualquier otro habría puesto el centro a la desesperada. En su segundo regate en el área se llevó un toque que lo desequilibró. Si se llega a rendir a la gravedad, Sánchez Martínez tendría que haber pitado penalti. Pero este Benzema, recordemos, no es de la época de Cristiano, ahora juega sin bozal. Así que porfió, chutó y su zurdazo se marchó a córner.
Mientras sus aficionados lo maldecían por no haber ido al suelo, Thibaut Courtois esprintó para ir al remate y molestar. Si una semana antes al juvenil blanco el Brujas le empató así, con el portero rematando a gol la última jugada, el portero blanco lo rozó. Cabeceó de fábula, pero Jaume metió las manoplas, como tan bien había hecho durante toda la noche. La bola, le volvió a caer cerca, Garay pareció una mula coceando hacia atrás y se la puso en bandeja a Benzema, que es el mejor jardinero de la flor de Zidane. Gol. 1-1. Locura.
Sí, la flor de Zidane. Esta temporada, el Real Madrid había resuelto muchos partidos con pegada. Otros días, con buen juego. Por contragolpe, por brillantes acciones individuales, por la inspiración de algún jugador. Pero ese añadido de Mestalla recordó el as en la manga que siempre lleva Zidane encima como argumento los días en que nada sale. En el minuto 95, la primavera brotó en el madridismo.
Antes de esa locura, de ese surrealismo, hubo dos partidos. Tan diferentes que la sensación es que duró bastante más de 90 minutos. Porque el Madrid fue un tirano del balón en la primera mitad. Con una línea de presión altísima para paliar la ausencia de Casemiro, ahogando a un Valencia sin salida de balón.
De no ser por Jaume, muy pronto se habría escrito otra película bien diferente. No obstante, el Valencia, que se quedó como legado de Marcelino el pundonor hecho 'leitmotiv', fue haciéndose mayor poco a poco. Y maduró como un buen puchero antes de ponerse por delante.
Porque en la segunda mitad nació otro partido. Justo en el primer minuto, Courtois dejó a Ferran Torres sin el 1-0. Fue el tráiler de que lo iba a ocurrir, Gracias también al botoncito que tocó Celades: metió a Manu Vallejo por Jaume Costa y, magia, tanto Wass como Gayà, los dos laterales, se convirtieron en dos puñales. Parejo arregló la brújula, Rodrigo se descolgó y hubo motivos reales para soñar.
Carlos Soler fue quien convirtió la calabaza en carroza a 12 para el final, culminando a placer un recital de derroche y porfía del jugador danés. Tan raro había sido que el Madrid no fuera ganando al descanso como justo premio ese 1-0.
El Madrid, viéndose más cerca que nunca de la lona, recordó sus viejas técnicas de seducción: olvidar los papeles y jugar a la ruleta rusa, ya por supuesto con Sergio Ramos como delantero. Esta vez parecía que no daría frutos. De hecho, Courtois evitó el 2-0 en el minuto 93.
La apuesta sin Casemiro casi sale rana
Pero esa acción redentora del córner le dio a Zidane, además de un punto inesperado, argumento para defender la suplencia de Casemiro al inicio del choque para salvaguardarle de la quinta tarjeta.
De haber caído en Mestalla, los palos le habrían llovido por sacrificar esos tres puntos en favor de lo que ocurra en el Camp Nou. Ahora ya se puede hablar abiertamente de ese 18 de diciembre. En el que Messi llegará como gran bandera azulgrana. Para dejar un duelo de creyentes: si la estrella argentina todo lo puede, el Madrid confirmó que roza la inmortalidad en partidos como el de Mestalla.
Esa será otra guerra. La de Valencia, ante un ejército local que lo dio todo y acabó desfondado, acabó con Courtois y Benzema corriendo a celebrar cada uno por su lado; de algún modo, cada uno se había hecho acreedor a la exclusiva celebración. Apuntan a ser los hombres blancos del 'Clásico'. Todos están avisados.