Francia acabó con lágrimas de rabia una noche que fue cambiando su luz hasta quedar totalmente apagada. París, esta vez, no consiguió alumbrar lo suficiente y los pupilos de Didier Deschamps se marchan sin el botín que habían ido a buscar. Este lo tenía Turquía en su poder. Era un partido cara a cara por el liderato, posición que pertenecía a los otomanos pese a la igualdad de puntos. El 2-0 de la ida en tierras turcas llevaba la balanza a su lado.
La máxima es tan manida como conveniente de recordar. Los méritos no dan puntos. Dan más opciones de lograrlos, pero no son determinantes. La Selección Francesa las tuvo de todos los colores, pero ni Griezmann anduvo fino ni Mert Gunok, portero visitante, parecía dispuesto a pasar desapercibido.
La meritocracia 'bleu' fue innegable, pero también su incapacidad para mover los píxeles del videomarcador. Tras un inicio algo parado, los locales comenzaron a pisar el área y sumaron hasta cinco oportunidades de gol en menos de 20 minutos. Gunok se encargó de sacar una doble a Griezmann (a medias con su defensa) y a Sissoko con una brutal reacción en el rechace. De nuevo el '17' se topó con el buen hacer del portero, que blocó un cabezazo de Griezmann en otra de las llegadas.
Pese a las numerosas llegadas, Turquía parecía tenerlo todo bajo control. O eso o que disimulaban muy bien la bajada y subida de tensión que solo su guardameta les pudo equilibrar.
El descanso dio paso a un segundo tiempo calcado al primero en su inicio. Ambas selecciones tardaron unos minutos en ponerse a cien y de nuevo los 'bleus' se encargaron de llevar la iniciativa.
Las llegadas fueron menos numerosas y peligrosas. El paso del tiempo hacía llevar el partido hasta los extremos: Francia se volcaba y dejaba espacios atrás porque el 0-0 le dejaba segunda. Turquía lo agradecía intentando salir al contragolpe en busca de un tanto que le diese algo de oxígeno.
Pero, finalmente, la clave estuvo en el banquillo. Giroud y Ayhan fueron elegidos por sus entrenadores para cambiar los planes del segundo tiempo. Y tanto que lo acabaron cambiando.
El delantero del Chelsea reemplazó a un Ben Yedder sin suerte. Y tardó cuatro minutos en darle la razón a Deschamps. Ocurrió en un saque de esquina que no tenía que haber existido, ya que vino tras una mano muy clara de un defensa visitante en el área. No la vio el colegiado y Griezmann le puso el córner en la cabeza a Giroud para que pusiese a Francia en la cima en el 76'.
Saint Denis se iluminó más que nunca. Las banderas comenzaron a ondear, los ojos a brillar y la grada a celebrar que, al fin, habían bajado a los otomanos de lo más alto. Pero llegó otro actor secundario, esta vez Ayhan, para apagar a la ciudad de la luz.
Griezmann frenó un ataque de una Turquía que, tras el 1-1, buscaba un plan alternativo para el final. El 'culé' vio la amarilla y los otomanos aprovecharon al máximo la acción. Calhanoglu, otro al que le llegó su oportunidad desde el banquillo, puso la bola perfecta para la cabeza del defensa, que batió a Mandanda e hizo enloquecer a los miles de turcos que había en las gradas.
El 'mazazo' fue irreparable para Francia. Se esperaba un arreón que no llegó como tal, más allá de un par de disparos lejanos que no sorprendieron a un gran Gunok. El pitido final desató la alegría en los visitantes y la amargura en una Francia que deberá apurar hasta el final del calendario para intentar quedarse con la primera plaza.
Turquía se mide la próxima jornada a Islandia, a la que aventaja en cuatro puntos. Si logra mantener o aumentar esta distancia, es decir, ganar o empatar, tendrá el billete para la Eurocopa. En caso francés, deberá, al menos, repetir el resultado de los islandeses en su partido ante Moldavia para celebrar su pase a la competición de 2020 antes de la última jornada.