Siempre tuvo cara de esos ingleses que andan deseando buscar pelea o ingerir tanto alcohol que la pelea aparece como el único final posible. De esos que sin mediar palabra te meten en una emboscada a altas horas en un paseo marítimo o con cuyo grupo de cinco rubios de risa escandalosa has tenido la mala suerte de cruzarte. Su apodo de 'Bad Boy' no fue casual. Pero siempre fue mucho más. Y aunque a bastantes de sus compatriotas el fútbol les rescata para alejarles de ese perfil camorrista solo temporalmente, a él lo eligió el destino para ser leyenda de su país. Ahora que se ha retirado, su silueta en el 'hall of fame' de Inglaterra brilla más si cabe.
Wayne Rooney, el máximo anotador en la historia del Manchester United (253 goles) y de la Selección Inglesa (53), ha colgado sus últimas botas en Derby, la ciudad inglesa que da nombre a los enfrentamientos más apasionados del fútbol. Pero su vida comenzó en las calles de Croxteth, Liverpool, y su techo lo encontró a unos 55 kilómetros, en Mánchester.
Con ese aire de chico rechoncho, una calva incipiente y una complexión más orientada hacia la pelea que hacia el estilo, lo cierto es que Rooney se atiborró a hacer goles. Con un golpe demoledor, golazo a golazo, el primero aquel inolvidable a los 16 años en el Everton, fue esculpiendo su historia hasta el punto de eleverla por encima de Bobby Charlton. Eso ya es decir mucho.
Y aunque su historia es de un casi 'one club man' (pasó 13 años en el Manchester United, 559 partidos), su historia estuvo cerca de virar. Por los deseos de Mourinho, que intentó llevárselo a Madrid y Chelsea, y por los suyos propios de ser una pieza más en el inolvidable Barcelona de Pep Guardiola.
No renunció a un nuevo paso nostálgico por el Everton ni a probar la aventura de la MLS con el DC United. Tampoco a lo de alternar sus últimos años de carrera con su adiestramiento en los banquillos de la mano del Derby County, que ahora lo lanza al gran y cruel escaparate de los banquillos. Pero como 'red devil' y en la selección se escribieron sus mayores éxitos y elogios.
5 Premier League, 1 FA Cup, 3 EFL Cup, 5 Community Shield, 1 Champions League, 1 Europa League y 1 Mundial de Clubes, ahí queda su brillante palmarés. Con Inglaterra le quedó la espina de ganar algo más que disgustos; por dolorosas derrotas y por expulsiones que sacaron a flote el chico malo que acentuaba su patriotismo; fue víctima de tantas ansias por ganar algo para su país.
Pero en Old Trafford nunca quedó esa imagen de demonio. En todo caso, la del Cristo redentor tan icónico con la que decidió celebrar el mejor gol de su vida, el que se destaca de los más de 300 de su carrera: la chilena en el inolvidable derbi de Mánchester de 2013. Ahora le toca hacer fama en los banquillos. Sin apodos, sin el protagonismo absoluto. Dejando un listón increíble. También para su hijo Kai, quien con 11 años quiere seguir la historia de su padre en Old Trafford.