Aitor frena a un Valladolid que fue de menos a más

El partido ha sido como una buena película. Ha empezado lento, ha ganado ritmo, se ha puesto trepidante y ha tenido un desenlace inesperado, con suspense y sorpresa final. Sorpresa agradable para un Levante que quiso dominar y acabó dominado, y bastante amarga para un Valladolid que por unos segundos soñó con estar ya salvado.
Empezó el partido el Valladolid como suele hacerlo, a un ritmo lento, pausado, sin intención de llevar la iniciativa. El Levante, encantando con ese escenario, puso en algunos apuros a un equipo que de natural defiende muy bien.
Había algo que no encajaba en el Valladolid, y no se le veía cómodo ni cuando el Levante le cedía el balón para tomarse un respiro. No le ponía en apuros el conjunto 'granota', pero no estaba a gusto.
Todo cambió tras la pausa de hidratación, tras media hora de fútbol anodino. El partido empezó a animarse, muy poco a poco, pero se empezó a vislumbrar lo que sería el segundo tiempo.
Porque el descanso llegó sin que ocurriera casi nada digno de mención sobre el verde de Zorrilla. Y cuando todos esperaban un segundo tiempo, igual o peor, Sergio dio con la clave.
En los últimos compases del primer tiempo el Valladolid ya percibió que los eslabones más débiles del Levante eran sus laterales, y volcó su juego de forma clara por las bandas en el segundo.
El resultado, las duplas Antoñito-Hervías, pero sobre todo Nacho-Waldo, fueron unos puñales, machetes, que pusieron en mil y un apuros a Toño y Coke.
El Valladolid, para sorpresa de hasta sus propios aficionados, pasó a dominar de forma clara y contundente el encuentro. Merodeaba el gol y tenía al Levante completamente sometido.
Paco López puso fin a la sangría con los cambios, pero no logró arrebatarle la iniciativa al Valladolid. También hay que entender que el Levante, virtualmente salvado, tampoco tiene ninguna necesidad de quemarse de aqui al final. Tiene opciones de alcanzar Europa, pero exigen un sprint final inmaculado al alcance de muy pocos.
Se juntaron, como se dice, el hambre y las ganas de comer. Un equipo conforme con el empate y uno que buscaba la victoria, pero que no tenía acierto ninguno.
El ritmo decayó, fruto del agotamiento, en la recta final del partido. Y aún así hubo ocasiones, en ambas porterías, con el partido haciéndose jirones a cámara lenta.
Aitor, en el 78', nada más volver de la pausa de hidratación, hizo su primera parada de mérito, salvadora, a un tiro a quemarropa de Enes Ünal. Sacó el pie cuando ya se había vencido hacia su izquierda para evitar el gol.
Y luego, en el 89', Campaña hizo estirarse a Masip para hacerle sacar de la cepa del poste un buen disparo lejano. Se había firmado el alto el fuego, pero estas últimas ocasiones lo violaron. Y llegó la traca final.
Minuto 95 de partido. Última jugada del mismo. Balón al área, mal despeje de puños de Aitor y regalo para Sergi Guardiola. El cancerbero del Levante reacciona y agarra al delantero rival. El colegiado, Medié Jiménez, pita penalti, pero ve a su asistente levantar el banderín y se desdice.
Y entonces, entró el VAR. Y este determinó que Sergi Guardiola estaba en posición correcta en el inicio de la acción, y que recibió el balón de Aitor de forma legítima. Y como el derribo fue claro, se señaló el penalti.
Y ahí los fantasmas que lleva arrastrando dos largos años el Real Valladolid volvieron a aparecer. Enes Ünal asumió la responsabilidad. Había recuperado el acierto desde los once metros, hasta este lanzamiento.
Lo tiró centrado, Aitor se lanzó a su izquierda y de nuevo con el pie, in extremis, salvó el gol. Un gol que hubiera dado permanencia y media al Valladolid, pero que le vuelve a dejar pendiente de firmarla más adelante.
Al final, reparto de puntos, que si bien ambos hubieran firmado al comienzo del partido, viendo el desarrollo de este, sin duda ha terminado por satisfacer más al Levante que al Pucela.