Tal y como explica Marcel Beltran en la revista 'Panenka', "los objetos son más importantes que las personas, merecen un respeto", citando a Quim Monzó. Y razón no le falta.
Y puso como ejemplo de esa importancia en el ambito futbolístico el extraño caso de la alfombra-talismán del Rostov. Aquella que unos aficionados llevaron a las gradas para tratar de endererzar el rumbo del equipo y que se convirtió en su estandarte tras lograrlo.
Llegó a tal punto la fascinación por aquel objeto que el club creó una camiseta de edición limitada con el diseño de la citada alfombra estampado. El colmo de los 'kitsch' para algunos, una genialidad para otros. Algo digno de estudio sociológico y antropológico para el resto.
Nuca está de más hacer un pequeño ejercicio de reflexión, para tratar de comprender por qué algunas cosas son como son. Por qué usamos algunos objetos como los usamos, o por qué los tenemos sin razón aparente.
Pero sólo es una más de la interminable lista de manías y supersticiones que rodea al futbolista y a los futboleros: entrar al campo con el pie derecho, ponerse siempre primero la misma media, atarse siempre primero la misma bota, o incluso usar los denominados 'calzoncillos de jugar'.
Todo, porque la primera vez que se hizo las cosas fueron bien. Y eso, sin entrar en el terreno de las creencias religiosas y sobrenaturales, que tiene otro tema.
El fútbol sería menos fútbol si se le extirpase ese componente supersticioso, al igual que muchos objetos serían meros trastos si perdieran ese aura mágica que les damos continuamente.