Arrancó el duelo sin ritmo, mientras ambos equipos se estudiaban con paciencia para encontrar el punto débil a atacar con vehemencia. Unos minutos de tanteo que se alargaron por las cargas físicas de la pretemporada.
Sin embargo, merced al intercambio de golpes en la medular, surgieron las primeras grietas en defensa que daban pie al correcalles que demandaban las gradas repletas de Edimburgo.
Apenas se había cumplido el primer cuarto de hora, cuando Lorenzo Insgine aprovechó una magistral asistencia de Mertens tras la pérdida inocente de Origi para abrir el marcador con un zarpazo.
El belga abrió en profundidad al italiano, que trazó una diagonal marca de la casa para poner patas arriba la defensa del Liverpool y superar a Mignolet con un disparo colocado al palo largo.
El tanto no hizo si no armar de argumentos a los napolitanos, henchidos de confianza y ávidos de reivindicación frente al flamante campeón de la Champions League hace apenas unos meses.
Poco antes del minuto 30, Mignolet recogía el segundo balón del fondo de sus mallas. Lorenzo Insigne, incontrolabe durante toda la tarde, asistió a Milik para que empujara a la red el 2-0.
Wijnaldum marcó antes del descanso, pero el colegiado lo anuló por fuera de juego y los protagonistas enfilaron el túnel de vestuarios con sensaciones muy enfrentadas tras los primeros 45 minutos.
De nada sirvió la charla táctica de Klopp, pues los de Ancelotti apenas tardaron siete minutos en firmar el 3-0. De nuevo Insgine, omnipresente, probaba a Mignolet y su rechace le cayó a Amin Younes para marcar a placer.
La superioridad italiana se palpaba en cada parcela del campo y solo las precipitaciones en las últimas tomas de decisiones napolitanas evitaron una goleada mayúscula en el debut de Elliot con el Liverpool.