Siempre fue un partido especial. Este le añadió un doble componente: el ruido político y la duración. Dos meses justo transcurrieron desde que la RFEF anunció la suspensión del 'Clásico' por miedo a que la convulsa situación en Cataluña derivara en incidentes. Alguno hubo, pero de menor calado. Al final hubo más temor que peligro.
Salvo algún pequeño destrozo en los aledaños del estadio, así como enfrentamientos menores, no hubo que lamentar nada de lo que se había cacareado durante varias semanas.
Así que no hubo que lamentar daños, sino la presencia de goles en un partido al que no le faltó emoción, porque eso es imposible, pero que echó de menos más puntería entre los protagonistas.
Miedo a la inseguridad
Todo comenzó con la sentencia del procés catalán, que generó varios días de incidentes en Cataluña en general y en Barcelona en particular. La Federación Española temió por la seguridad del evento aludiendo a "circunstancias excepcionales" y por ello anunció el aplazamiento del partido.
Ahí comenzó un terremoto que fue dejando varias réplicas. La primera de ellas, el enfrentamiento entre LaLiga y la RFEF por la elección de la nueva fecha. El organismo que preside Luis Rubiales instó a Barça y Madrid a pactar una fecha; a ambos les convino el 18 de diciembre. Javier Tebas, sin embargo, se opuso a esa fecha. Por coincidir con la Copa del Rey y por considerar dicha determinación de su competencia. Pero se impuso el 18-D.
El conflicto catalán fue relajándose en las calles, si bien el cambio de fecha no templó ni mucho menos a 'Tsunami Democràctic', que poco después de saberse la nueva fecha anunció acciones para el día del encuentro.
Manda el fútbol
Tras varias semanas de incerditumbre, el fútbol tomó el protagonismo de nuevo. El asunto nunca desapareció del segundo plano, pero se comenzó a hablar más de la súbita mejora del Real Madrid de Zidane en el campo y de la velocidad de crucero alcanzada por Leo Messi.
Las lesiones de Hazard y Dembélé, la resolución de los grupos de la Champions y el posterior sorteo de los octavos de final... el día a día se llenó de asuntos deportivos.
Más aún cuando vino regada por una tremenda igualdad entre Barcelona y Real Madrid en la primera posición liguera; ambos estuvieron empatados desde varias jornadas antes.
Contragolpe de 'Tsunami Democràtic'
Pero volvió al foco un tema que preocupaba hasta al mismísimo Ministro de Cultura y Deporte, que habló en pleno debate internacional acerca de si podría disputarse o no el partido.
Hasta el Gobierno de España, a instancias de su Ministerio de Interior, amplió sus precauciones para conseguir que en los días previos al partido no se dudara acerca del desarrollo de un evento deportivo "sin otras connotaciones".
De hecho, tras casi un par de meses urdiendo su plan, la plataforma polítca anónima hizo un llamamiento por las redes sociales para desarrollar una manifestación a las 16:00, cuatro horas antes del 'Clásico', para continuar con sus reclamaciones de índole política.
Última semana de reuniones
La semana antes, como suele suceder, el Comité Antiviolencia colgó el cartel de "alto riesgo" a un partido que siempre lo tiene, pero esta vez reforzado por toda la incertidumbre en torno a su seguridad.
Paralelamente, el presidente del Barcelona, Josep María Bartomeu, compareció públicamente para mandar un "mensaje de normalidad" al asegurar que el 'Clásico' no se aplazaría.
Los Mossos d'Esquadra siempre se mostraron contundentes acerca de que el partido se disputaría con tranquilidad, al tiempo que prepararon un moderno y dinámico dispositivo de seguridad para prevenir y evitar los disturbios en los aledaños del Camp Nou.
El dispositivo dejó claro lo que había en juego: más de mil agentes de los Mossos, 2.000 de la seguridad privada del Barcelona y entre 400 y 500 antidisturbios y miembros de la Guardia Civil enviados por el Gobierno español para mejorar el cordón de seguridad.
El Día D
Se acabaron los debates y llegó la hora de la verdad. A las 16:00 comenzaron las protestas de todas las personas que 'Tsunami Democràtic' logró congregar para manifestarse contra la sentencia del procés. Según datos policiales, se congregaron unas 7.000 personas en la manifestación, muy lejos de las previsiones del grupo político.
Pese a ello, dichas protestas se desarrollaron con plena calma. Una de las grandes preocupaciones radicaba en el desplazamiento tanto de los autobuses del equipo como el equipo arbitral. Sin embargo, todo transcurrió con normalidad y todos los protagonistas llegaron en tiempo y hora al estadio.
Eso sí, la oleada de robos que vienen sufriendo los futbolistas en días de partido en los últimos meses se cobró una nueva víctima. Esta vez fue Nélson Semedo quien conoció que entraron a robar en su domicilio.
Como curiosidad, ahí quedó la incautación de caretas de Leo Messi, y es que se prohibió la entrada al estadio azulgrana con la imagen del rostro de la estrella argentina y que se habían repartido antes del encuentro.
Y se jugó el partido
Cerrado ese capítulo, que finalmente tuvo más debate que problemas reales, llegó el momento de vigilar qué ocurría dentro del estadio. El primer episodio fue una pancarta de 'Tsunami Democràtic' en la que se podía leer, en inglés, el mensaje "España, siéntae y habla".
Poco después trascendió que antes del choque, en las puertas del Camp Nou, miembros de los Boixos Nois y 'Tsunami Democràtic' se enzarzaron en una pelea que acabó a golpes.
Eso sí, el aviso de que en el minuto 55 podría ocurrir algo se confirmó. La protesta en el campo llegó en forma de pelotas amarillas tiradas al terreno de juego al tiempo que se gritaba "libertad" de manera destacada. Durante dos minutos, el juego estuvo interrumpido.
A medida que el duelo avanzaba y el Barça era incapaz de zafarse del dominio blanco, el olor a quemado llegó a parte de las gradas. Y es que, según reportó la policía, se quemaron algunos contenedores en las afueras.
A cinco minutos para el final, por megafonía se empezó a indicar por dónde debían abandonar el estadio los aficionados, algo recibido con pitos. Fuera sí se sentía más agitación. Incluso con algunos heridos.
Pero el 'Clásico' de los dos meses acabó con toneladas de ruido y muy poquitas nueces.