Queda mucho para que esto sea la FA Cup. Cuestiones de tradición y logística crean una abismal diferencia entre la competición británica y el proyecto de cambio en España. Pero este giro, ya ha quedado claro, ha salpimentado un torneo que ahora refuerza ese apelativo del 'k.o.'. Llegó a estarlo el Barça, llegó a deambular sobre la prórroga el Madrid. Ambos estarán en el bombo. Unionistas defendió la redención de Las Pistas con gallardía, los de Zidane emplearon mucho sudor, incluido del frío, para ello.
El 1-3 no es la etiqueta más fiel de un choque en el que los charros dieron a Zizou la razón por ese once más propio de un choque de altura que de rotación copera. El madridista más ciego podría hablar de muchas ocasiones claras para haber sentenciado antes; sin embargo, Areola tuvo mucho trabajo y hasta el minuto 92, cuando cayó el tercero, la moneda seguía en el aire.
Los duelos así condenan al equipo pequeño a la perfección. A una única posibilidad entre un millón, como advirtió el Doctor Strange en la resolución de Los Vengadores. La rozó. Y si lo hizo fue porque nunca dejó de correr ante los accidentes del camino. Lejos de izar bandera blanca, levantaron con orgullo la blanquinegra de sus colores.
Con una propuesta básica pero inteligente, Unionistas salió a por el partido, a regalar a su modesto aforo otro sueño más. Lo del Madrid fue extraño; no se le veía con mala actitud, pero no se imponía.
Sin embargo, apareció Gareth Bale, que junto a James había cambiado el hospital por el césped. El galés, que había dado el susto cojeando poco antes, controló con el pecho y marcó, con un tiro desganado, un 0-1 al que le puso menos efusividad aún en la celebración. Cabe hablar de celebración porque los que le abrazaron lo entendieron así; a Bale parecía que acababa de llegarle una notificación de multa en vez de marcar.
Los locales, que nunca jugaron mirando el marcador, porfiaron y porfiaron. James rozó la sentencia al filo del descanso con una vaselina al larguero. Pero porfiaron y porfiaron.
La mejor metáfora de la noche tuvo lugar a los 57 minutos, cuando Varo Romero llevó la igualada al electrónico y la locura a las gradas. Un tipo que no mide ni 1,50 metros mandaba a la lona al gigante. Con Militao sufriendo un cortocircuito, avanzó valiente, recortó a Nacho y dibujó un precioso zurdazo imposible para Areola.
Fueron los cinco minutos más felices en la historia de la entidad. Cinco porque eso es lo que duró el resultado, que no la igualdad. Brahim, resbalándose, remató con la rodilla. Góngora, yendo al suelo, casi remató más que despejó. Y así se escribió el extraño 1-2.
El gen de la Copa del Rey guió a un Unionistas que abandonó toda defensa para realimenatar su sueño. Mientras Benzema, James o Vinicius no acertaban a sentenciar, quedaron un par de acciones que Areola, con suspense, pudo abortar.
Brahim, el miembro de la segunda unidad que salió más reforzado de la noche charra, sentenció el choque con una acción en la que reclamó un festejo propio, por si el acta le negaba la autoría del 1-2. Se zafó de dos rivales en diagonal y cruzó la bola a Brais.
Ganó el Madrid y ganó la Copa del Rey. Ibiza y Unionistas estuvieron cerca de la hombrada. Así que nadie perdió, ni los grandes ni los pequeños. El Madrid estará en octavos; Unionistas, entre las fotos más valientes de la historia de esta edición.