El Paris Saint-Germain ha experimentado en sus carnes eso de que las desgracias nunca llegan solas. A la eliminación de la Champions hay que sumar el varapalo que es dejarse media Liga en la antepenúltima jornada.
Empate, y gracias. Porque el PSG, pese a tener momentos de dominio y control, tuvo otros, quizá demasiados, en los que estuvo sometido a la voluntad de un Stade Rennais que mereció el empate, y quizá algo más.
Las primeras acciones de peligro llegaron por parte de los bretones, pues habían salido mucho más enchufados que sus rivales, y eso se notó.
Cierto es, sin embargo, que el PSG no tardó en meterse en el encuentro, pero pronto quedó claro algo que sería una constante: el Rennes sabía que tenía que buscar las cosquillas a Kimpembe. Y por su flanco volcaron sus ataques.
Pronto se le empezaron a ver las costuras al zaguero parisino, pero entre la permisividad del colegiado y la falta de acierto del Rennes, el PSG salió airoso de las acometidas rivales.
Tuvo sus opciones el conjunto de la capital francesa, y superado el ecuador del primer tiempo estaba claro que era él quien llevaba la voz cantante, pero su liderazgo era engañoso.
El Rennes necesitaba muy poco para generar peligro, como se pudo ver al filo de la media hora, con el gol anulado a Guirassy, quien desvió, en fuera de juego, con el pecho un disparo de Doku que se iba fuera.
También le anularon un tanto al PSG, a Kean, concretamente, a seis del descanso, porque el pase de Di María a Dagba superó la línea de fondo y, en consecuencia, el remate del italiano fue invalidado.
Acabó el primer tiempo apretando un poco más el PSG, y obtuvo recompensa, aunque acabaría pagando un elevado peaje por ello. Kurzawa remató un genial pase de Di María y se llevó un plantillazo de Aguerd que el árbitro solo castigó cuando el VAR le instó a ver la repetición en el monitor.
Aquello dejó tocado a Kurzawa, pero al menos sirvió para que Neymar celebrase su renovación con un tanto de penalti. Lanzamiento para el que se tomó su tiempo, pero que no puso nervioso a un Gomis que le adivinó las intenciones, aunque no acertó a sacar el balón.
Decimos lo del elevado peaje por un motivo. Esta acción dejó tocado a Kurzawa, y al poco de arrancar el segundo tiempo Kimpembe le pasó por encima y le acabó de lesionar.
Y es que fue este, Presnel Kimpembe, el que se llevó todas las miradas, y todas las críticas en Roazhon Park. Porque lesionó a su compañero con un golpe fortuito, eso sí. Porque jugó todo el partido sobrepasado por Doku y Guirassy. Y porque acabó enterrando las opciones de su equipo al filo del pitido final.
Aunque para entender cómo llegó a ese punto de frustración y desesperación, primero hay que explicar que el Rennes logró encajonar al PSG hasta tal punto que cada llegada entrañaba un peligro casi letal.
Y fue en una de esas, en un córner (Keylor se vio obligado a intervenir en no pocas ocasiones, concediendo varios), en la que llegó el gol del empate. Guirassy saltó, imperial, agarrado por el brazo por Diallo y conectó un testarazo ante el que nada pudo hacer Navas. Al palo y dentro.
Aquello fue un jarro de agua fría y un mazazo del que el PSG no acertó a recuperarse. Neymar, que ya estaba empezando a cortocircuitar porque nada le salía y, además, nada le pitaban aunque le cosieran a patadas, se borró. Lo más que hizo, forzar una amarilla por un agarrón.
Peor aún. Cuando, gracias a los cambios, el PSG se volvió a volcar al ataque, a Kimpembe, quien ya estaba completamente fuera del partido, le pareció oportuno hacer una entrada criminal a Doku que el árbitro castigó con roja directa. Y eso, con la permisividad mostrada hasta ese minuto 88', es mucho decir.
Con uno menos, el PSG se encomendó a todos los santos (imaginamos que, sobre todo, a San Germán), porque el Rennes, que hasta entonces había jugado a empatar ese partido, saboreó las mieles de la victoria. Solo Keylor evitó un desastre mayor.
Porque este empate sirve de muy poco al PSG, que ve como el Lille se le escapa a tres puntos, y Mónaco y Lyon se le acercan a dos y tres, respectivamente. Para el Stade Rennais, por su parte, el punto le vale para ponerse a uno de la quinta plaza y, por tanto, de Europa.