La patata caliente le explotó al Deportivo. Liderados por un Gareth Bale henchido de confianza y con Nacho erigido como baluarte defensivo y ofensivo, el Madrid derramó sangre ante su afición.
La brecha de Cristiano fue la imagen de un equipo ávido de triunfos, cansado de excusarse en sala de prensa tras los partidos. No es su terreno, viven más cómodos entre laureles.
Ni siquiera el susto de Adrián a las primeras de cambio les hizo mella en la moral, estaban convencidos y fueron a por el triunfo con ahínco. Sin piedad.
Digerida la pérdida de LaLiga, a los de Zidane sólo les queda la Champions, 'su Champions', donde le espera el PSG de un Neymar que cada día se cuestiona más su fichaje.
"Esto sí es el Madrid. Estos somos nosotros, no los de los otros partidos", se repetía una y otra vez como un mantra la plantilla en el vestuario blanco tras apabullar al Deportivo, según publicó 'Marca'.
Sin respuesta coherente para tantos tropiezos, el conjunto blanco bailó al Villarreal y acabó mordiendo la lona, preso de la depresión que le persigue y que ya no sabe cómo justificar.
Más allá del resultado frente al conjunto gallego, los jugadores del Real Madrid se reencontaron con su sino: pundonor, sacrificio y gol, mucho gol.
Aunque el Santiago Bernabéu ni olvida ni perdona la debacle en Liga, esta generación se ha ganado el crédito suficiente para confiar en ellos, al menos, hasta el cruce de Champions.
Asimismo, para mayor optimismo blanco, el PSG que campeaba por Francia y Europa cuando el sorteo, hace aguas y se le ven algunas fisuras de otrora.
Los problemas de Neymar en el vestuario, la lesión de Mbappé y la última derrota en Lyon demuestran que no todo es oro lo que reluce en París...