Alemania levanta la mano

Daba la impresión de que el favoritismo de Alemania le llegaba más por su condición de anfitriona que por su nivel. Ha ayudado a esto un combinado nacional que no pasó de octavos de final en la última Eurocopa, que se quedó fuera de los dos últimos Mundiales en fase de grupos, y que, desde Catar, cosechó 6 derrotas y 3 empates en los 15 amistosos disputados. Sin embargo, se reinvidicó a las primeras de cambio, y ahora ya levanta la mano ante la pregunta de "¿Quién quiere ser campeón?" para dejar clara su candidatura a todo.
El guion fue el deseado para cualquier equipo en un debut delante de sus aficionados. Desde bien pronto, los de Julian Nagelsmann tuvieron que dejar de preocuparse de la principal meta y tuvieron tiempo, margen y energías para conquistar otro tipo de objetivos que pueden ser muy útiles en el corto plazo. Con el triunfo amarrado desde los primeros 20 minutos, la confianza, los aspectos individuales, las probaturas y el puro disfrute tuvieron su espacio para crear una perfecta comunión con la grada que será un aire muy necesario en el devenir del torneo.
Pudo hacer todo eso Alemania porque no especuló. Y Escocia le ayudó. Florian Wirtz y Jamal Musiala no necesitaron más edad que sus 21 añitos para saber manejar la situación a la perfección. Tampoco vaciló Kai Havertz, el más 'viejo' del tridente con 25. La gente quería rock and roll desde el principio. Y se lo dieron. Chispa, velocidad, calidad, verticalidad y juventud se unieron para allanar el camino hacia la victoria.
En el 10', una asistencia de Kimmich a la frontal del área acabó en el 1-0. El '6' tuvo demasiado espacio y tiempo para pensar y levantar la cabeza antes de darle el balón a Wirtz. El del Leverkusen, desde la frontal, le pegó de primeras con el interior de su bota derecha a la izquierda de un Gunn que pudo hacer algo más. Tocó la bola con el guante, pero la bola, tras dar en el palo, se convirtió en el primer gol de la Eurocopa. Lejos de conformarse, la anfitriona logró el 2-0 solo 9 minutos más tarde.
Gündogan controló de espaldas y se perfiló para meter un pase filtrado al perfil izquierdo del área, donde recibió Havertz. El '7' se frenó y le cedió la bola a un Musiala que, con el cuerpo, se quitó a su marcador de encima con un movimiento hacia atrás antes de fusilar, con la derecha, al portero de Escocia. Los decibelios aumentaban en la grada y en el césped. Se retroalimentaban ambos. La cosa pudo llegar a estruendo a los 24 minutos, pero el penalti señalado por Clément Turpin fue rectificado por el VAR y se quedó en una falta al borde del área que Gunn le sacó a Havertz.
Escocia nunca reaccionó. Y menos aún lo haría cuando se vio con un 3-0 en contra y con un jugador menos antes del descanso. Kimmich metió un centro desde el perfil derecho que remató Musiala y paró Gunn. El rechace se quedó en el área chica, donde Havertz no pudo remachar un balón que estaba a solo dos metros de la línea de gol. Por detrás, le llegó la pelota a Gündogan, quien, al ir a tirar, fue trabado por Porteous. Esto es lo que se vio en directo. Pero lo que pasó es que, en esa acción defensiva, el '15' le clavó los tacos en el tobillo al del Barcelona. Penalti, roja y la sentencia de Havertz con toda una segunda mitad por delante fue el resultado.
Esto dejaba un panorama delicado a los visitantes y soñado a los de casa. Escocia sabía que el partido ya estaba más que perdido, pero no así la opción de la segunda y tercera plaza. El golaveraje puede ser clave, por lo que no era momento de ir a la desesperada a buscar un posible gol (recordemos, con 10 ante la anfitriona y una de las favoritas) con el riesgo de recibir un saco.
Para Alemania, se presentaba la disyuntiva de ir a por más o nadar y guardar la ropa. Posibles lesiones, descansos, oportunidades y demás podrían haber sido muy golosas para un equipo que, sin embargo, se dejó llevar por la necesidad de alegrías después de estos años de mediocridad inusual en la Selección Germana.
Pese a que el segundo tiempo arrancó con un ritmo menor, la ambición se abrió paso alrededor de la hora de juego. Ya con Gross en el campo en vez del amonestado Andrich, los de Naglesmann rozaron el cuarto por medio de Rüdiger, con un tiro lejano; de Wirtz, que rozó el doblete con un remate alto en el área chica; de Musiala, que se fue de quién quiso, cómo quiso y cuándo quiso por la izquierda, y de un tenaz Mittelstädt que se topó en varias ocasiones con bloqueos de la defensa a sus disparos.
Pero especialmente insistente estuvo Leroy Sané al entrar al campo. Tuvo una clara ocasión a la contra, pero la terminó con un mal disparo. Y hasta el final, buscó reivindicarse con varios acciones muy a su estilo por la derecha: velocidad, verticalidad y disparo potente. Esa receta no llegó a buen plato, pero sí el trallazo de Füllkrug tras un balón rebotado en el área que se coló cerca de la escuadra para poner el 4-0 en el marcador en el 68'.
El delantero del Dortmund marcó en el 77' de nuevo, pero su tanto fue anulado por fuera de juego. Parecía que, si no era en esa ocasión, el 5-0 llegaría de todos modos en alguna de las numerosas llegadas al área de Gunn. Sin embargo, lo que llegó fue el autogol de Rüdiger para el 4-1. En un saque de falta, la pelota pasó por debajo de las piernas de Tah y Mckenna remató un balón que iba muy desviado, pero que, al dar en la cabeza de Rüdiger, se convirtió en una vaselina imposible para Neuer.
Cuando esto parecía empañar el debut, Emre Can, ya en el 93', puso el 5-1 definitivo con un remate desde fuera del área. Así puso Alemania la guinda a una tarta que, de momento, huele muy bien y tiene muy buena presencia, aunque, en estos casos, aún queda mucho para hincarle el diente y saber el sabor que encierra tanta buena pinta.