Han vuelto las grandes noches de la Champions League. Ya con los cuartos de final en liza, las estrellas de los ocho candidatos que restan para coronar al campeón de Europa tienen poco que dejarse. Los condicionantes son perfectos para partidazos y el Arsenal y el Bayern de Múnich no decepcionaron con el suyo en el Emirates Stadium. Habrá quien pensara, en la previa, que esta cita era tan solo la guarnición del Real Madrid-Manchester City, pero llenó como un plato principal.
Mikel Arteta lanzó una propuesta arriesgada y dominante. Quiso controlar la pelota desde el principio y atacar invitando a sus propios defensas a posicionarse en derredor del área de Manuel Neuer a consciencia de que Thomas Tuchel contaba con velocistas para salir a la contra. En su esquema, no era extraño ver a William Saliba conducir el balón hasta la media luna o a Ben White emparejándose con Bukayo Saka en una suerte de doble extremo que hizo bastante daño a Anthony Davies.
El problema de esta idea es que comporta los riesgos que ya se han mencionado y los que se multiplican cuando la base falla. Esto ocurrió en dos ocasiones a lo largo de la primera mitad. Gabriel Magalhaes y William Saliba cometieron un error grave cada uno y concedieron así dos goles a la expedición alemana, que había empezado perdiendo y que había demostrado, con varios ataques vertiginosos, que salir desde atrás con rapidez iba a ser su mejor arma.
En el minuto 18, el brasileño no interpretó bien un balón enviado desde el campo del Bayern y se confundió un poco al ver que David Raya salía de su caja para ayudar en el achique. El zaguero se echó el esférico a un lado para apagar el fuego y, atropelladamente, trató de hacérselo llegar a un compañero, con lo que se lo facilitó a un contrincante que se asoció con Goretzka, desmarcado a la espalda de Declan Rice.
El '8', entonces, contemporizó en un par de segundos cruciales para que Serg Gnabry emergiera y recibiera el cuero en una audiencia a solas con el guardameta que resolvió con una definición sin fisuras. El momento en que el electrónico recogió la diana se presentó clave porque, de no haber reaccionado con tanta premura, el cuadro germano se arriesgaba a que el Arsenal imprimiera un ritmo más lento, menos itinerante en lo que a sus defensas se refiere y, en consecuencia, lesivo para sus contras.
Esto no llegó a concebirlo Mikel Arteta porque solo pasaron 6' desde la apertura de la lata hasta el 1-1. Bukayo Saka se había encargado de dar el pistoletazo de salida al desfile de goles gracias a un envío bombeado de Martin Odegaard que el '7' gestionó sin vías de pase ni espacios, que retrasó para Ben White y que recuperó cuando el lateral se lo devolvió justo en el momento en el que la línea de atrás salía de sitio para dejarle solo. Ahí, bastó con un chut cruzado y ajustado al palo largo.
La participación de Odegaard en esta jugada volvería a las mentes de los aficionados y de su entrenador más adelante, cuando todos se darían cuenta de que cualquier posesión de los 'gunners' perdía en colmillo y eficacia cuando pasaba demasiado tiempo sin acaricar las botas del noruego. En cierto sentido, eso sí, los momentos en que los ingleses se mostraban menos peligrosos con la pelota fueron fundamentales para que Thomas Tuchel interpretara que podía dar un paso atrás, lo que le costó la victoria.
La tuvo en sus manos cuando, con 1-2 en el marcador, los suyos seguían mordiendo en los contragolpes frente a un Arsenal que no terminaba de ser efectivo arriba. En lugar de pedir a su equipo que continuara con la misma dinámica, le instruyó en un conservadurismo que los encerró en las inmediaciones de la portería de Manuel Neuer. Con la calidad de la plantilla londinense, era difícil pensar en un ejercicio de aguante de más de alrededor de 20 minutos así.
Es curioso, además, que el Bayern dispusiera de una ocasión clarísima para ganar en el 90', cuando un pase raso desde el sector izquierdo del área de David Raya halló un remate improvisado de Kingsley Coman con la cara lateral diestra de la espinilla y dio en el palo. Habrá quien piense que esto demuestra que los bávaros podrían haber vencido perfectamente y habrá quienes añadan a este análisis que también refleja que el cuerpo técnico visitante debería haber sido menos cauto.
En todo caso, los del Allianz Arena iban por delante antes de encajar el 2-2 por otro error grosero de la defensa del Arsenal, este de William Saliba. En una arrancada de Leroy Sané, que ya pisaba el punto de penalti, Gabriel se le cruzó y abortó una entrada con la que sabía que iba a llegar tarde. No pensó lo mismo su pareja de trabajo, que se chocó con el extremo y le tiró al suelo, con lo que facilitó que el árbitro señalara el punto fatídico.
Harry Kane, experto en el disparo desde los once metros y, más en concerto, en el disparo en el Emirates Stadium, acompasó su carrerilla para esperar a que Raya se dejara caer a un lado y seleccionó el otro, el derecho. La resolución fue de maestro, como el descarado paso adelante que Arteta preparó para los suyos con una batería de sustituciones en la segunda mitad de la que el cambio más fiel a lo que estaba pidiendo a los suyos era el de Gabriel Jesus por Jorginho. Tocaba quemar las naves.
El ex del Manchester City hiló con otro de sus revulsivos, Leandro Trossard, el gol del 2-2, que se dio a falta de un cuarto de hora para el final del tiempo reglamentario. El brasileño recibió el balón en un mal saque de banda de atrás de los alemanes, lo bajó, caracoleó con él y se lo alargó a su compañero, que hizo desembocar la jugada en un tiro raso y pegado al palo izquierdo desde el punto de vista de un Neuer que no pudo hacer mucho. Múnich decidirá.