El kevlar es una fibra sintética que basa su asombrosa resistencia en los numerosos enlaces entre cadenas moleculares. Algo que sirve para resumir la mentalidad tan fuerte que ha adquirido el Atlético de Madrid durante las últimas semanas. No basa la fiabilidad en su juego, pero ha demostrado saber sacar partido a ese coraje que siempre lleva por bandera. Recupera ese gen que tantas alegrías le dio en el pasado. Lo sacó a relucir ante el Inter de Milán en una serie exigente, se apoyó en él para levantar un escenario complicadísimo que se le planteó frente al Girona y compra chalecos de esto, de kevlar, de cara a la visita que tendrá en Dortmund.
Porque el Atleti resiste, incluso cuando el contexto lo deja casi al límite. Aunque este 3-1 tuvo cierta polémica. Pero iremos por partes. El Atleti, que de forma irremediable pensó en la Champions con su once, presentó varios cambios. Con una línea defensiva renovada y sin Morata, entre otros, Simeone quiso darle aire al equipo. Enfrente tenía a un Girona más reconocible y con la incesante amenaza de Savinho. El brasileño es un sinvergüenza. Siempre en la versión más positiva de esa palabra. Encara, sale para cualquiera de los dos perfiles y desespera a sus rivales. Sin excentricidades.
Apretó arriba el cuadro 'colchonero' desde el inicio, pero el Girona afrontó ese reto y hasta sacó partido de él. A los 4 minutos de juego, Savinho dibujó una de sus tan peligrosas diagonales, dejó atrás a varios rivales y, después de atraer a la defensa atlética, dejó el balón a Yangel Herrera en el borde del área. El venezolano localizó a Couto, que le doblaba, y le dio con ventaja un balón que, tras el toque del brasileño, terminó en el segundo palo. Dovbyk solo tuvo que empujarla.
A partir de ahí, difícil papeleta la que se le presentaba al Cholo: en desventaja y ante un Girona que ha demostrado no tener piedad con el marcador a favor. Entró el partido en un 'toma y daca', un intercambio de golpes que elevó la temperatura en el Metropolitano con las protestas de Correa y Simeone. Y, justo después, llegó el penalti que le dio el empate al cuadro rojiblanco. Un balón colgado al área, una mano donde no debía estar de Miguel Gutiérrez y un buen lanzamiento de Griezmann. Con todo eso, 1-1 poco después de la media hora de partido. Y ahí ya empezó a cambiar el encuentro.
El posible penalti a Savinho
Cuando parecía llegar el descanso, un arrebato del Girona dejó la acción polémica del partido. En conducción, Savinho dejó atrás a De Paul y se internó en el área. En ese momento, Reinildo salió a su paso y llegó ligeramente tarde al cruce con el brasileño, que cayó al suelo. El cuadro catalán reclamó la pena máxima, pero De Burgos Bengoetxea no apreció lo mismo. Y cuando todavía parecía estar en ese bucle de protesta, llegó el segundo bofetón del Atlético.
Muestra de esa desconexión que a veces ofrecen los jugadores cuando se acerca el descanso, la defensa del Girona no acertó a despejar, pasar o simplemente hacerse fuerte con la pelota después de un balón largo. Entre esas dudas, Álvaro Morata fue el más listo. Y también el que más creyó. El delantero recogió el balón suelto cerca de la frontal del área que no acertó a despejar el equipo de Míchel, se marchó al sector izquierdo y, desde ahí, puso un gran centro al área pequeña, donde Ángel Correa se aprovechó de la indecisión de Gazzaniga en su salida. 2-1 justo antes del descanso. Ni siquiera Koke se podía creer esa fe de Morata para rescatar un balón que parecía casi perdido.
Y así, sin un exceso de ocasiones y sin hacer ni mucho menos un juego brillante, el Atlético había remontado el partido. A base de la insistencia en el primer gol y de la fe en el segundo. Y no despertó el Girona de esos golpes en los últimos minutos de la primera parte. Al inicio de la segunda, de nuevo pecó de esa falta de contundencia atrás... y Griezmann fue el que castigó. Un fallo en el despeje de Solis dejó una pelota suelta en el interior del área. Por allí apareció Griezmann, que necesitó un par de segundos para girarse y rematar, fortísimo y arriba, hacia la portería de Gazzaniga. Hasta pegó en el larguero su disparo. 3-1.
Un mazazo para el planteamiento de cara a la segunda parte del que no se recuperó el equipo de Míchel. Enfrente tuvo, además, un equipo que ya ha vuelto a adquirir esa fortaleza para generar con poco y minimizar al rival con facilidad. Solo los disparos lejanos llegaron a intimidar a un Oblak que estuvo seguro en todos ellos. Nahuel Molina tuvo el 4-1 tras una buena presión del Atleti, pero el argentino optó por la fuerza antes que la colocación para perder esa oportunidad.
El Girona, con el paso de los minutos, veía cada vez más futbolistas del Atlético cerrando huecos. Y el conjunto 'colchonero', en su caso, sabía cómo acelerar el reloj sin que pasasen muchas cosas. Una buena prueba, después del desgaste intersemanal de Champions, que le sirve para armarse de esa mentalidad kevlar que sabe que necesita para superar una eliminatoria que se resolverá en Dortmund, en un Westfalenstadion hasta la bandera y con 80.000 personas, si quiere acceder de nuevo a unas semifinales de Liga de Campeones. Llega con esa inercia positiva al segundo asalto frente a los alemanes y con un impulso en Liga que, además, le sirve para recortar puntos y quedarse a cuatro del Girona, al que además le gana el golaveraje.