El Barcelona ganó al Celta en goles y perdió en todo lo demás. En sensaciones, en ocasiones, en méritos y, sobre todo, en convencimiento. Los de Xavi Hernández dominaron durante la primera media hora... y ya está. El paso atrás después del gol de Pedri parecía normal, pero ya nunca podría dejar de empequeñecerse ante un Celta que terminó el partido viviendo de alquiler en el área azulgrana.
Pocos podían pensar en un devenir parecido de un partido que solo tuvo un dueño en su primera media hora. El Barça se mostró fresco, desenfadado y ambicioso. No se conformaba y sumó cuatro tiros a puerta y otros tantos fuera en los primeros minutos. El Celta no salía de su área ante la magia de Pedri, la presencia de Lewandowski, el sí pero no de Ferran Torres y el corazón de Gavi.
Ferran se ha convertido en la diana de las críticas cuando las cosas no van bien por el Camp Nou. Hoy tuvo claras ocasiones para marcar, lo que, en parte, debe destacar su presencia, su desmarque y su aportación. Sin embargo, todo esto suele quedar en un segundo plano cuando la pelotita no entra. Eso le pasó a un jugador que provocó los primeros murmullos de la noche con sus acciones.
El ex del Manchester City remató mal un servicio de Alba en el 7'. Lo tenía todo a favor en el primer palo, pero no supo poner la bota como requería la ocasión. En el 10', fue Raphinha el que probó a Marchesín, que respondió con una buena mano abajo a su potente disparo de unos 30 metros. El portero volvió a mancharse los guantes al interceptar un remate de un desconectado Lewandowski.
En el 14', volvió Ferran a recibir en una buena posición y volvió a desperdiciar una bola de oro. Busquets lo vio completamente solo a la izquierda del área, pero su remate no estuvo a la altura del pase y Marchesín repelió un disparo demasiado centrado. La grada del Camp Nou, aunque se divertía, empezaba a mirar con especial interés a Ferran, pero, como suele pasar en esto del fútbol, todo parecía quedar olvidado con el 1-0 de Pedri.
Gavi, incansable, se coló en el área por la izquierda y mandó un centro raso al área que despejó Unai Núñez. Sin embargo, el rechace se quedó muy corto y ni siquiera salió a córner. Pedri anduvo más listo y apareció pegado al palo para, a placer, poner el primero a los 17 minutos.
La crisis del 30'
El Barça cambió la crisis de los 30 por la del 30'. Y es que siguió dominando y convenciendo pese a la ventaja en el marcador, pero sí que empezó a entregar la cuchara paulatinamente desde que se cumplió la primera media hora de juego.
Ferran encontró un buen bloqueo de la defensa en un tiro en el área y Alba se quedó a pocos centímetros del gol con un zurdazo que se marchó al lateral de la red. Sería Gavi el último en disfrutar de una ocasión antes de la depresión azulgrana. El '30' le robó en campo propio un balón a Aspas y acabó la jugada con un escorzo 'a lo Cruyff' que no le sirvió, sin embargo, para llegar a un centro demasiado alto al segundo palo.
Fue la última constante vital que mostró el Barça. La avalancha de llegadas, de posesión y de buenas sensaciones sufrió tal sequía que, directamente, el guion se invirtió. No fue un cambio inmediato, pero el Celta comenzó a salir de su campo para terminar el partido asediando a un rival que recordó más a ese equipo 'chico' que intenta salir con vida y dignidad del Camp Nou.
Empezó a aparecer un Ter Stegen algo fallón con el balón en los pies. Hasta el descanso, no tuvo que intervenir directamente en ninguna ocasión clara, pero sí que empezó a sentir la presencia celtiña y a salir en algún pase largo que abortó. Seguían los de Coudet, hoy dirigidos por Ariel Broggi, creciendo sobre el terreno, si bien fue el Barça el que se acercó por última vez con un cabezazo desviado de Piqué.
Tras el descanso, lo que solo era percibible de una forma abstracta y sensorial empezó a hacerse palpable a los sentidos. De hecho, en el 47', el Celta ya pudo empatar en una acción más que clara que desperdició Óscar Rodríguez. Iago Aspas lo encontró completamente solo en el área y en el perfil que todo derecho quiere. Sin embargo, quiso ajustar de más el disparo a la escuadra y se le fue por mucho la bola a un jugador que, curiosamente, se caracteriza por tener un gran disparo.
Cuesta abajo y con el único freno de Ter Stegen
A partir de ahí, el campo se volcó. El que dominó al principio pasó a ser dominado y casi sin rechistar. Marcos Alonso, uno de los tres laterales izquierdos de una defensa titular que sorprendió, tuvo que ir al suelo para evitar un gol cantado de Óscar. Y poco después, Cervi pudo haber soltado un zurdazo peligroso, pero se fue al suelo al rematar al aire en el momento que quería reventar el esférico en el área.
Xavi quiso reaccionar y metió un triple cambio. Pedri se marchó ovacionado por De Jong; Raphinha, aplaudido, dejó su sitio a Dembélé; y Ferran Torres, silbado, se marchó para que entrase Ansu Fati. Lejos de surtir efecto, los tres continuaron esa línea descendente que hizo sufrir a jugadores y aficionados en la recta final.
En el 70', Larsen marcó un tanto que quedó en nada por un fuera de juego previo de Iago Aspas. Este recibió de Javi Galán y tiró al palo un balón que dio en la espalda de Ter Stegen antes de morir plácidamente y en el segundo poste en la cabeza del noruego. No subió al marcador, pero sí subió las pulsaciones de los asistentes.
Los últimos diez minutos fueron una exageración del guion que venimos relatando. La más clara llegó en el 84', cuando Ter Stegen evitó el gol de Aspas con una reacción más de balonmano que de fútbol. Estaba a solo un metro o poco más del de Moaña, que se encontró con el pie del portero para salvar el empate. Acto seguido, Gonçalo Paciencia, que entró poco antes, remató fuera un balón manso en el área tras un saque de esquina. Se fue casi rozando el palo izquierdo de Ter Stegen, que aún tendría trabajo que hacer.
Ya en el minuto 90, el alemán se tuvo que hacer grande para repeler un cabezazo cerca de su palo izquierdo. Fue tras un largo ataque de un Celta que parecía instalarse 'para unos diítas' en el área de su rival. Se mantuvo de pie, recio y sereno para hacer de pared y lograr que rebotase en él un balón que, a tenor de lo visto, mereció premio alguno.
En el añadido, el Celta llegó a mandar un balón a la madera por medio de Paciencia, aunque después se alertó de un fuera de juego que habría hecho sudar al VAR en caso de ser gol. Fue la última prueba de que el Barça se estaba llevando un botín exagerado para sus méritos, algo que le vale para seguir siendo líder, pero, quizás, le cree un buen puñado de dudas que no ayudarán de cara a la decisiva visita del Inter en Champions.