La meta suelen ser los tres puntos en el fútbol, pero caminos para intentar llegar hasta ella hay miles. De eso y de, como siempre, intensidad, pasión y temperatura dieron una lección hoy Betis y Sevilla, que firmaron tablas en un partido con tres claros momentos diferenciados que terminaron por conformar un empate más sabroso para los visitantes.
El arranque se vio interrumpido a los 12 minutos por la lesión de Isaac Romero. El canterano se rompió en un ataque y tuvo que salir en camillo. Lukébakio, protagonista de una de las fases comentadas, entró en su lugar en un choque que tardó, pero que empezó a recuperar el ritmo y la tensión esperados.
Antes de la media hora, los estilos comenzaron a distinguirse fácilmente. Pellegrini disfrutaba con el balón en los pies de los suyos. Quique se resignaba (o elegía, según se vea) manteniendo un bloque bien atornillado delante de su área, con una defensa formada en su eje por Acuña, Ramos y Badé, con Agoumé y Soumaré por delante como puntales de peso.
Tras un remate con el hombro de Cardoso en el inicio y algún intento de contragolpe del Sevilla, el Betis empezó a hacerse dueño y señor del balón. Ayoze, Bakambu y, sobre todo, Isco comenzaron a entablar comunicación en lo que empezó a originarse como el primer momento de los tres que se vieron en el derbi.
El Betis da la primera
Ese momento fue verdiblanco. La confianza y la grada se retroalimentaban a base de posesiones, aunque Bakambu no terminaba de recibir ninguno con la dulzura que habría deseado. Los visitantes avisaron con un latigazo de Ocampos desviado, pero eran los locales los que más papeletas estaban comprando para el gol. Ayoze, que se volvió a abonar a sus 'casi' cargados de 'uys' y mejores intenciones que resultados, dejó un par de ocasiones tras sendos eslálones entre varios rivales en el área.
Pero la más clara, antes del 1-0, nació de Isco, otra vez el dictador de la pelota en el Villamarín. Con el exterior, metió un precioso pase al que no llegó Bakambu, pero cuyo amago de remate despistó a Nyland. El portero no pudo atrapar el esférico y Fornals, con el noruego fuera de la portería, tiró y se encontró a Sergio Ramos bajo palos.
El Sevilla se libró de un gol que, sin embargo, llegaría solo unos minutos más tarde. Un balón al área de Fornals apenas empezó a levantar el vuelo cuando se topó con la mano de Lukébakio. Isco asumió galones y, pese al roce de Nyland a su disparo, inauguró el marcador en el 38'.
El momento del Betis no hizo más que confirmarse antes de un añadido en el que el Sevilla dio señales de intentar revivir. Ocampos se topó con Guido en un disparo que acabó en córner, pero con el que los de Quique se fueron a vestuarios poco después con la primera piedra de su momento, el segundo del partido.
Empate y revolución
A la primera fase, la de gobierno del Betis, aún le quedaban los coletazos del inicio del segundo tiempo. Bakambu se quedó solo ante Nyland, pero tuvo tan mala suerte que se rompió cuando le quedaban dos pasos para engatillar. Apenas pudo rematar y Willian José tuvo que entrar en su lugar. Antes del 1-1, Sabaly, con un tiro desviado, y sobre todo Ayoze, que obligó a Nyland a sacar una mano salvadora cerca del palo, rozaron el 2-0.
Sin embargo, lo que llegó fue el empate. Normalmente, los resultados son consecuencias de las revoluciones. En este caso, la de Lukébakio empezó después de que Kike Salas, que llevaba dos minutos en el campo, conectase un córner para, con un frentazo inapelable, superar a Rui Silva al colarse entre Pezzella y Guido.
A partir de ahí, el Sevilla se estiró y Lukébakio encerró por primera y última vez al Betis. Estuvo a punto de cambiar la película con un penalti de Badé sobre Isco que, tras revisarlo en el monitor, invalidó Sánchez Martínez. Lo que vio como manotazo en la cara resultó ser un leve roce en el pecho del malagueño, aunque, como final de recorrido, los dedos del sevillista también acabaron en su rostro.
Con el paso de los minutos, los verdiblancos parecían sufrir desconexiones en campo rival, lo que invitó al Sevilla a salir con menos miedo y más fe. El belga usó la banda derecha para dejar varias internadas seguidas y peligrosas que llevaron los nervios a la grada local. Ninguna terminó en gol. Ni en ocasión clara siquiera. Pero no es ningún secreto que, en el fútbol, las sensaciones suelen ser más reveladoras que los marcadores o los eventos de gol de la app favorita de todos.
Arreón final sin premio
El 'efecto Lukébakio' fue como el de la gaseosa y, pese a picar por momentos y después de algunos córneres en los que soñó el sevillismo, las burbujas acabaron ahogadas en la fe del Betis. Se reactivó el equipo de Pellegrini en la recta final, con los de Quique, nuevamente, agazapados en su área intentando refugiarse de una lluvia que, finalmente, no les empapó.
Y pudo hacerlo, ya que Isco, tras una asistencia brillante de Fekir, solo se quedó sin hacer el 2-1 por una gran mano de Nyland. El noruego tampoco lo pasó muy bien en un balón al que Cardoso no llegó por poco tras quedarse solo en el segundo palo. El desmarque fue bueno. El balón de Fekir, mejor. Pero su salto no pasó del insuficiente.
La más clara aún estaba por llegar. Abde, con la cabeza (sí, sí, no estás leyendo mal), estuvo a punto de marcar el 2-1. Rodri puso un buen balón desde la derecha y solo el larguero dejó sin premio a un jugador que llevaba tiempo muy alejado de los focos del protagonismo.
Ya en el añadido, y tras un cabezazo de Badé desviado en el que pidió penalti el Sevilla por unas manos que no fueron tales, la esperanza verdiblanca murió con un remate de Chadi Riad en el área que se marchó por encima del larguero. En un final tenso y con trabajo para el bolsillo de las tarjetas de Sánchez Martínez, el 1-1 dejó un punto que no sabe igual en ambos bandos. El Betis pierde la opción de alcanzar a la Real en la 6ª plaza, si bien el empate confirma la mejoría en puntos de un Sevilla que ya se ha olvidado, por fin, de la zona peligrosa.