El 'Gran Derbi' es el 'summum' de los derbis: el derbi de derbis. En su versión de la primera vuelta de esta temporada, alcanzó su máxima expresión, su grado total y fue, verdaderamente, el derbi más derbi de todos los derbis. Tuvo todo lo que un enfrentamiento de estas características debe tener para llevar a galope las emociones de los aficionados. En este caso, se resolvió con empate entre el Real Betis y el Sevilla por 1-1 en el Benito Villamarín.
Duelos de esta enjundia suelen romperse en algún momento, cuando el equipo que va perdiendo da el resto para tratar de puntuar. En la visita de los de Jorge Sampaoli a los de Manuel Pellegrini, no hizo falta esperar a los compases finales. Se pasó del fútbol de salón al de barrio en cuestión de unos minutos, los anteriores al descanso, cuando hubo dos tarjetas rojas directas que condicionaron todo.
La primera se debió a una entrada de Montiel con los tacos por delante a la altura de la rodilla de Álex Moreno. El '2' no llegó a impactar de pleno en su rival, pero su temeridad fue suficiente para que el colegiado, Sánchez Martínez, considerara que se pasó de frenada y le expulsara. En principio, le había mostrado la cartulina amarilla, así que hubo de acudir al monitor del VAR.
Tan solo ocho minutos después y con un gol del Betis de por medio, tuvo que repetir la operación para mostrar la cartulina roja a Fekir. El motivo, un manotazo que le soltó al Papu Gómez cuando este le presionaba desde atrás: le dio en la cara. Era difícil discernir si el francés lo hizo con intención, pues no estaba mirando, aunque lo cierto es que soltó el brazo con mucha brusquedad. Venía picado de antes.
Antes de este lío, el partido había comenzado con dos posturas diferenciadas. El Sevilla buscaba hacerse con el control de la pelota, con el pulso para manejarlo a su antojo y no permitir que el ahínco que regalaban, con su aliento, las gradas del Villamarín, ayudara a los verdiblancos. Estos, en cuanto podían morder, lo hacían. De ahí que generaran la mayoría de las ocasiones de peligro cuando el duelo aún era un once contra once.
En este contexto, se antojó fundamental la figura de Sergio Canales. Tomó el metrónomo de los suyos y encauzó varios ataques de los que obligaron a Bono, muy correcto, a intervenir. El centrocampista se diferenció de algunos compañeros que, sobrados de talento, también lo estuvieron de emociones: Fekir venía ya avisando de su posible expulsión por lo aguerrido de cada acción y Borja Iglesias, como un perro de presa en la presión alta, acabaría pasándose de frenada y yendo antes de tiempo a las duchas.
En el conjunto de Sampaoli, la idea de gobernar el encuentro para no permitir que el Betis se viniera arriba no salía bien y, para colmo, perdió a uno de sus hombres con la roja directa a Montiel. De ahí en adelante, hubo dos cambios tácticos desde el banquillo. El primero fue defensivo, introducir a Jesús Navas por Rafa Mir, para cubrirse de un posible aluvión local; el segundo lo causó la tercera expulsión del día.
Su protagonista, Borja Iglesias, cometió un error de medición al tratar de arrebatarle la pelota a Joan Jordán recién iniciada la segunda mitad y le pisó el talón de Aquiles. El árbitro, de quien hay que decir que resolvió todas estas polémicas con rapidez y personalidad -se piense o no que está equivocado-, revisó, una vez más, la jugada en el monitor y resolvió sacarle del terreno de juego antes de tiempo.
Con Iglesias fuera, el Sevilla debía echar el resto, pues iba perdiendo por 1-0. Quien se encargó de abrir la lata fue, curiosamente, el lateral mencionado párrafos atrás para mejorar las prestaciones defensivas del cuadro del Sánchez-Pizjuán, Jesús Navas. En un control de balón de Canales en el área de Bono, Gudelj despejó, encontró sin querer un rebote en el cuerpo de Navas y el arquero, confuso, palmeó una pelota que se dirigió a su meta y que acabó ahí aunque la tocara.
Abajo en el luminoso y con un hombre más en el campo de manera inesperada, Sampaoli dio orden de zafarrancho de combate y los suyos respondieron con una lluvia de balones a la caja de Claudio Bravo. Lo curioso es que la insistencia por entrar en tromba no funcionó y el tanto del empate estuvo en una genialidad de un futbolista que se redimió, Gudelj, desde prácticamente la zona de tres cuartos.
Antes de estudiar su gol, eso sí, hay que destacar otra figura clave de este 'Gran Derbi', la de Édgar. El joven defensa estuvo centrado, fino, expeditivo, serio, maduro y sin fisuras de principio a fin. Despejó cuando debía, interceptó cuando tocaba y tiró de pillerías como dejarse caer cuando un atacante del Sevilla iba con todo a un remate. Se alejó de los nervios y la tensión de sus alrededores e hizo un partidazo.
Poco pudo hacer, eso sí, cuando Gudelj, como relataba esta crónica, apareció desde más allá de la frontal para firmar el 1-1. Para ello, tomó un balón aprovechando la falta de efectivos contrarios y, por tanto, el hueco que tenía delante, para desplazarlo a un lado y propinarle un zapatazo potentísimo que hizo que el cuero se encontrara con la escuadra de la meta de Claudio Bravo. Al chileno no se le puede achacar nada.
El '6' de Sampaoli estuvo a punto de enmudecer Heliópolis cuando, unos instantes más tarde, demostró que lo ideal hubiera sido probar más desde lejos que insistir en colarse en un área apostada de defensas. De volea, tras cazar un rechace, estampó la pelota con el larguero, dejó a todo el estadio temblando y a él mismo, con las ganas de haber sido el grandísimo héroe de los suyos en el 'Gran Derbi'.
Aunque él no pudiera disfrutar de esta conclusión, ya se deleitaron por él todos los aficionados que disfrutaron del espectáculo, especialmente los neutrales. Si un derbi siempre acuña tanta expectación, es por hacer vivir días como el que regalaron un Betis y un Sevilla que igualaron fuerzas, lo dieron todo, sintieron todo lo que se puede sentir en un campo de fútbol y, al fin y al cabo, brindaron el derbi más derbi de todos los derbis.