El Eibar no se complica. Si tiene que ganar, gana. Sin más. En la jornada 31 de Segunda División, recibía a un Burgos que está cinco puntos por debajo de los puestos de 'play off'. Tenía que derrotarlo para rebasar provisionalmente a Las Palmas, que, tan solo unas horas más tarde, debía recibir a un Málaga venido a menos. Con estas premisas por delante, los 'armeros' se llevaron los tres puntos por la mínima.
En su actuación, tiraron de efectividad, no de brillantez. Se notó en el campo su superior técnica, traducida en un mayor control de la posesión en el centro del campo y en llevar la delantera en lo que a montar ataques se refiere. Esto puede sonar a tópico, pero que jugadores como Nolaskoain, Bautista o Yanis Rahmani acertaran en el trato de la pelota marcó la diferencia en muchas disputas divididas.
Aun así, el gol de su triunfo nació de un testarazo de Bautista en un saque de esquina. El '18' se elevó más que nadie en el área de Caro, entre dos contrincantes, para desviar el cuero con la parte derecha de la cabeza, con lo que logró mandarlo al fondo de las mallas por el perfil zurdo del cancerbero, que no pudo hacer nada, lo que no empaña que, en el minuto 14, firmara el paradón del partido ante un centro envenenado de Matheus Pereira.
Con este acierto en el juego aéreo y el anteriormente referido manejo de la pelota, puede dar la sensación de que el Burgos fue dominado de principio a fin, pero no fue así. El Eibar, lejos de pisar más a fondo el acelerador para alejarse en el marcador, permitió que sus contrincantes ganaran terreno, lo que obligó a Luca Zidane a sacar lo mejor de sí mismo justo antes del descanso. Frente a un chut cercano de Atienza, esgrimió una mano providencial.
Exceptuando las acciones de los dos guardametas y el gol de Bautista, no hubo muchas otras ocasiones de verdadero peligro en Ipurua. El enfrentamiento, sobre todo en la segunda parte, estuvo marcado por unos locales a medio gas y unos visitantes que no conseguían plantarse claramente ante la meta rival, lo que resultaba en un cara a cara igualado, sin muchos sobresaltos, en el que los entrenadores iban introduciendo hombres de refresco buscando cambios de dinámicas.
Puede que esta situación indignara a algunos aficionados de casa, pues era lógico esperar que sus jugadores intentaran sentenciar su victoria para no sufrir. Desde el punto de vista clasificatorio, el práctico, es indiscutible que los deberes están hechos, pues Las Palmas debe vencer al Málaga. En el bando de Julián Calero, el sabor de boca es amargo por la falta de pólvora, pero esta derrota entraba en los pronósticos.