Semana mágica en Palma de Mallorca. En apenas 5 días, el Mallorca de Javier Aguirre se metió en su cuarta final de la Copa del Rey y dejó más cerca su salvación en Primera División. Esta vez derrotó a un Girona al que ya sabía lo que era ganar en el torneo copero.
Tiró de resistencia el conjunto bermellón ante la revelación de la Liga. Tiene algo este Mallorca que es capaz de hacer que el rival juegue el partido más feo de la temporada en el momento justo. Lo hizo con la Real y lo ha hecho con el Girona.
No pesó el cansancio, no pesó la resaca de la fiesta. Mallorca vive su semana futbolera más grande, al menos hasta el 6 de abril, para demostrar que precisamente el fútbol es una cuestión de actitud mental y no solo física.
Un Girona desconocido
El Mallorca desactivó al Girona. El conjunto de Míchel ya no es el que maravilló en la primera mitad de la temporada, pero tampoco el que se vio en Son Moix. Como si hubiesen sido ellos los que hubiesen jugado entre semana, como si el hecho de recortar puntos al Real Madrid pesara, el equipo gerundense jugó con pesas en los tobillos.
Las pocas ocasiones claras que se vieron en el partido, especialmente en la primera mitad, llegaron por parte bermellona. Primero Muriqi en una vaselina que no encontró portería y después Dani Rodríguez en un centro que se envenenó hasta tal punto que se fue a la madera después de que lo tocase Gazzaniga.
No aparecieron ni Savinho, ni Dobvyk, ni Yan Couto, ni Aleix García. Echó en falta Míchel a Yangel Herrera para dar criterio y físico en el centro del campo y no encontró el camino a la portería de Rajkovic.
Quien sí lo encontró, pero a la de Gazzaniga, fue el Mallorca. En un balón suelto, en un mal disparo, en una acción en la que el Girona pidió mano de Larin, Copete reventó el balón como si fuese el último minuto y tuviese que despejar para marcar el único tanto que se marcó en la noche de Mallorca.
Más ataque no implica más goles
Míchel, desquiciado como en pocos días esta temporada, optó por meter más y más ataque. Pero hay una máxima en el fútbol que dice que meter más atacantes no implica tener más ocasiones.
Se quedó sólo Aleix García en el centro del campo con la puntual ayuda de Portu. Encimó a un Mallorca que se fue echando hacia atrás y dejó a Abdón Prats y a Muriqi como islotes. Pero pese a la presión, pese a colgar balones una y otra vez en el área, no fue capaz de hacer daño a un Rajkovic que vivió muy tranquilo.