Lágrimas de rabia, lágrimas de emoción

Llorar es solo una acción que puede traer consigo significados muy distintos. Este sábado fue de lo más visto en El Sadar, que por un lado despidió a su líder, a un Jagoba Arrasate que le puso el punto final a su etapa rojilla con un empate por 1-1 frente al Villarreal. Por el otro, los 'groguets' acompañaron en su pesar a un Alexander Sorloth que empezó con el objetivo de ser el máximo artillero entre ceja y ceja y terminó destrozado por culpa de una maldita lesión.

El destino es muy, muy caprichoso. Parecía que nos habíamos plantado en la última jornada de LaLiga más anodina de los últimos años, con todo resuelto, cuando dos pistoleros decidieron darle emoción. Póker de Alexander Sorloth y 'hat trick' de Artem Dovbyk que le ponían muchísimo picante a un Trofeo Pichichi que se decidía por un gol. Y esto debía resolverse definitivamente aquí, pero la pugna duró 13 minutos.

Ese es exactamente el tiempo que duró el pobre Sorloth en el campo. Tocó un par de balones, recibió otro par de veces en fuera de juego... y se rompió. Al disparar con su zurda notó un tirón, un pinchazo en el muslo que le impedía continuar. Está muy bien el discurso de que lo individual no cuenta y que lo importante es solo lo colectivo, pero un 'Pichichi' tiene todo el prestigio del mundo y se juega durante todo un año. Cuando lo pierdes así es difícil no pensar que todo lo que has hecho ha sido en vano.

De hecho, el noruego se marchó por su propio pie, aunque cojeando, pero no quiso ni quedarse en el banquillo. Se fue directo al vestuario, solo, para vivir su dolor y sorber sus lágrimas en su mundo. El dolor de Sorloth es también el dolor de Jagoba Arrasate, aunque el sabor es muy distinto. Uno sabe a rabia y frustración. El otro es de emoción y nostalgia, quizás con algo de miedo al cambio.

Incluso Ante Budimir, el goleador osasunista, se emocionaba al hablar del de Berriatúa. "El míster se va y esto es fútbol, ¿no?", decía frente a las cámaras de 'DAZN' antes de frenar para tragarse el ramillete de lágrimas que también comenzaban a aflorar de sus adentros. "Ha hecho historia en este club. He compartido cuatro años con él y me ha hecho mejor jugador. Estoy eternamente agradecido a lo que hemos vivido juntos", añadía el croata con un sentimiento en línea al de todo El Sadar.

Son 257 partidos, un ascenso, una final de Copa del Rey, la primera clasificación a la Supercopa de su historia, el regreso a Europa después de 16 años... La marcha de personas como Jagoba Arrasate son las que duelen. Y cuando lo hacen, lo mejor es saber dejarlas ir, comprender su decisión y darles el homenaje que se merecen. La afición rojilla arropó al técnico que lo ha llevado de lo más bajo a otro de los momentos grandes de su historia.

Perdido el único aliciente competitivo, el partido quedaba francamente en segundo plano. Aun así, había disputas individuales y el deseo colectivo de acabar de la mejor manera posible. Osasuna fue fiel a sí mismo y sacó petróleo de una primera mitad dura, de muchos duelos uno contra uno en las áreas y pocos remates. Budimir abrió la veda y fue también el encargado de abrir el marcador a la media hora por el lugar donde más sufría el Villarreal: Jorge Cuenca.

El central estaba deseando terminar ya la temporada porque le tocó jugar en el lateral izquierdo. Ahí, tanto Rubén Peña como Pablo Ibáñez o Jesús Areso le buscaron constantemente hasta que llegó el gol. Fue él mismo quien quiso subir a campo rival con el balón, lo perdió y el extremo rojillo le castigó a la espalda. Peña la puso abajo, a la frontal del área pequeña, y ahí llegó el remate con la puntera de un Ante Budimir que finiquitó la campaña con 17 goles oficiales. La mejor marca de toda su carrera.

Al Villarreal no se le vio cómodo prácticamente nunca, incapaz de controlar el juego sin convertirlo en lento y torpe. Todo su peligro llegó por medio de Bertrand Traoré, desacertado pero muy intenso, y de la conexión entre Álex Baena y un Morales que entró como sustituto del lesionado Sorloth en la primera mitad. Aún no habían llegado los muy necesarios cambios cuando entre los dos se juntaron para hacer el empate en el minuto 57.

Baena la filtró en profundidad entre el lateral y el central, el espacio favorito del 'Comandante', y este se las ingenió para tirar al suelo a Aitor Fernández con dos amagos, superarle y empujar a portería vacía. El gol llevó a un intercambio de sustituciones para controlar la situación. Arrasate metió a Moi Gómez o Moncayola, mientras que Marcelino buscó la victoria con Parejo o Gonçalo Guedes. Movimientos que acercaron más al Villarreal al 1-2, pero el meta rojillo respondió a los intentos de Traoré y Aitor Fernández.

Así terminó, con un empate, el año de Osasuna y Villarreal. Notable para los primeros y quizá también para los segundos, considerando el punto de partida en el que llegaba Marcelino García Toral. Ahora toca construir dos nuevos proyectos, uno con nuevo nombre en el banquillo después de seis años maravillosos. Otro de inicio con unas bases ya sentadas, pero sin Europa y necesitando fichajes para ambicionar con más.