El Real Madrid se ha propuesto convertir la épica en costumbre, la mística en el día a día en el Bernabéu. Y le da igual quién esté delante. Esta vez, la víctima fue un Bayern de Múnich que ya se veía con el billete sacado hacia Wembley.
El Bayern de Múnich estaba clasificado, se sentía clasificado. Tuchel tuvo la osadía de quitar a Kane y el destino le recompensó con una eliminación al más puro estilo Real Madrid, con remontada en los últimos minutos.
Sabe el conjunto blanco que ir perdiendo en el tramo final del partido no es sinónimo de derrota, al revés. Fue mejor en el compendio de los 90 minutos, pero se vio otra vez apurando hasta el último minuto para conquistar, una vez más, Europa.
El mejor Madrid de la Champions, el peor resultado posible
El Real Madrid jugó su mejor partido en todas las eliminatorias de esta Champions League y, sin embargo, el resultado fue contraproducente. Cuando se supo dominado vivió más tranquilo, pero cuando dominó no supo qué hacer con el balón. Y es que el Bayern de Múnich había aprendido la lección del Etihad de los cuartos de final para hacer lo que hizo precisamente el conjunto blanco para sobrevivir.
Solo así se explica que todo un Bayern de Múnich con velocidad por las bandas dejase el balón y la posesión al Real Madrid. Quiso que se confiara el conjunto blanco para atacar los espacios, para morder cuando menos peligro hubiese.
Era todo lo contrario al conjunto blanco. Bellingham, infiltrado para jugar, no encontraba cómo atacar la poblada defensa del Bayern. Rodrygo aparecía a cuentagotas y Kimmich tenía bien atado a un Vinicius que esperó su momento para ser incisivo, decisivo.
Coger aire, soltar aire
Todo cambió tras el paso por los vestuarios. Ancelotti dio la orden de que todos los balones tenían que ir por los pies de Vinicius, como si supiese que por ahí iba a llegar la mística. El brasileño, crecido ante su importancia en el equipo, cogía los galones para marcharse una, y otra, y otra vez de Kimmich.
Cada jugada del '7' del Madrid era un puñal en la espalda de Tuchel, que en la primera parte había perdido a Gnabry por lesión. Neuer, inconmensurable, tapaba cada grieta que se producía en la defensa, tapaba cada espacio que había en la portería, cada disparo que estaba a punto de convertirse en gol.
Paradójicamente, cuando mejor estaba el Madrid fue cuando el Bayern de Múnich marcó. Dejó espacios atrás, especialmente con un Carvajal que era otra vez más un extremo que un lateral. Y a la segunda vez que le pilló la espalda Davies, el canadiense acabó con el ímpetu, con el deseo, con la defensa del Madrid y con Lunin para poner el 0-1.
La reacción de nunca, la reacción de siempre
Fue demasiado temprano el gol, o al menos así lo entiende el que escribe. Y es que ir ganando en el Bernabéu, en una vuelta en Champions League, solo te certifica que vas a acabar llorando cuando el árbitro pite el final. Y volvió a ocurrir.
Tiene algo este estadio, tiene algo este equipo, el de Ancelotti, que es capaz de sacar de quicio hasta al mejor de los jugadores en el partido. Hasta el minuto 88 era Neuer, y Neuer se equivocó. Con todo en ataque el Real Madrid, con más fe que ocasiones, con más creencia que juego, el 14 veces campeón de Europa volvió a emerger cuando más profundas eran las aguas. Ya avisó con el gol que le anularon por falta clara de Nacho a Kimmich, pero todavía quedaba mucho más por ganar.
Un disparo peligroso de Vinicius acabó en el primero de los dos tantos de Joselu. El bote, ese que tanto temen los porteros, sorprendió a un Neuer que en vez de parar el disparo del brasileño dejó muerto el balón en el área chica. Y ahí apareció el depredador de Stuttgart. Porque sí, el héroe de la noche para el Real Madrid nació en Alemania pero tiene sangre blanca.
Los más de 81.000 personas que estaban presentes en el Bernabéu sabían el epílogo de la película. El Real Madrid había empatado, pero aún le quedaban 2 balas para meterse en la final de la Champions League. La primera la gastó al inicio del añadido. La segunda, en el final, en una especie de prórroga que acabó con los madrileños celebrando y con los bávaros gritando, enfadados y reclamando a Marciniak que había cometido un grosero y descalificante error.
Si Joselu había espoleado a todo el Bernabéu, Joselu hizo reventar las sillas de toda la casa blanca. Aquel aficionado que estuvo en 2022 apoyando al Real Madrid en las gradas del Stade de France, en la última final jugada por el conjunto blanco, la jugará ahora vestido de corto. Fue, además, un gol con 'standby'. No se sabía cómo, pero ese córner iba a acabar en gol, y acabó. Un balón suelto en el área, un despeje que no es tal, un pase a Rüdiger y un central convertido en asistente para que Joselu llevase al Madrid al cielo. Todo ello, salpimentado con un fuera de juego que finalmente no es y con Min-Jae Kim de nuevo en la foto de un gol del conjunto blanco.
El Madrid ya había hecho sus deberes, pero Marciniak tenía ganas de prórroga, o al menos de una de las partes. Hasta 15 minutos más se jugaron con la acción más polémica del partido como epicentro. Kimmich, a la desesperada, puso un centro al que no llegó Mazraoui, pero que obligó a Mendy a despejar. El balón le cayó a Müller, pero cuando el alemán le dio el balón a un De Ligt que marcó el empate provisional, Marciniak pitó para invalidar toda jugada. Craso error del polaco, más aún cuando tiene la red del VAR para ver si el marroquí estaba en fuera de juego. Ahí se acabó el partido. Ahí se acabó la remontada. Y ahí comenzó a salir toda la furia alemana contra el colegiado polaco.