El Alavés pescó en río revuelto y sacó oro puro en un encuentro que se volvió completamente loco en los instantes finales. Un choque donde cualquiera de los dos fue merecedor de la victoria, pero donde, una vez más, la torpeza, mala defensa y frustración acabó apareciendo en el Sevilla.
Y, al fin, parecía que la historia del Sevilla iba a cambiar. Meritorio arranque de partido para el conjunto de Quique Sánchez Flores, que dejó el miedo a un lado y se acercó con ganas e implicación en busca del 1-0.
Un tanto que casi llegó en el minuto 3 de partido, con un derechazo de Navas desde larga distancia que acabó repeliendo el larguero. No dio tregua el conjunto hispalense en los primeros compases del choque. Estaba metido en el partido y su gente le estaba dando ese empujoncito extra tan necesario en Nervión.
Sin embargo, el posible 1-0 se convirtió en el 0-1. Un gol que sentó como un auténtico jarro de agua fría. En la primera clara que tuvo el cuadro 'babazorro', la metió para adentro. Sirvió el córner Rioja desde la izquierda, la peinó Guridi y, totalmente libre de marca, Tenaglia mandó el esférico al fondo de la red.
Esto descolocó totalmente a un Sevilla al que le empezaron a temblar las piernas. Las imágenes de encuentros anteriores comenzaron a pasar por delante de sus ojos y todo el trabajo y buena imagen del principio, se acabó yendo por la borda.
Así, al filo del descanso, el Alavés asestó el segundo golpe mortal. Kike Salas no pudo correr peor suerte. Con el cambio preparado en la banda, el canterano no consiguió despejar bien el centro desde la izquierda. De eso se aprovechó Carlos Vicente para, de cabeza, jugar con Kike García. Este remató y la pelota volvió a tocar en Kike Salas, despistando a Dmitrovic y poniendo el 0-2 en el marcador. Aún pudieron ser más si no llega a ser por el vuelo sin motor del cancerbero sevillista, que sacó a mano cambiada un cabezazo a bocajarro del '15'. Con malas sensaciones, y pitos, el primer tiempo llegó a su fin.
Comenzó con más ganas, nervio y ansiedad el Sevilla, algo que le acabó jugando una mala pasada. La precipitación no fue una buena compañera de viaje para los hispalenses y eso no se tradujo en las ocasiones tan necesarias para los locales.
Movió el banquillo Quique Sánchez Flores y dio entrada a hombres de refresco en busca de soluciones. Algo que no llegó y que incluso estuvo a punto de hacer el 0-3 el Alavés por un error de Sergio ramos. Se quedó completamente solo Luis Rioja ante Dmitrovic, pero su disparo ajustado a la izquierda se perdió por línea de fondo. Estaba completamente solo Kike García a su lado, pero este no lo vio, o no lo quiso ver, y se jugó la individual.
Se mostró muy inteligente el Alavés, que esperó su oportunidad agazapado atrás y se aprovechó de los errores o falta de contundencia defensiva del Sevilla. Tuvo el gol Gorosabel, que le pegó mordido cuando estaba totalmente libre de marca y desaprovechó su oportunidad.
Justo después, en el 70', la esperanza volvió a inundar el Sánchez-Pizjuán. Suso metió el centro desde la derecha, Rafa Marín no acertó a despejar y la pelota le quedó muerta al segundo palo para Rafa Mir, que empujó el balón con el pecho y colocó el 1-2 en el electrónico.
De la épica de antaño al barro como casi siempre
Se acabó creciendo el Sevilla en la recta final. La afición llevó en volandas a un equipo que comenzó a creérselo y que busco esa épica que tantas y tantas noches había pasado en el Sánchez-Pizjuán. Y, por una vez, la diosa fortuna pareció estar de su lado.
En una jugada sin apenas peligro, Mariano le comió la tostada a Benavidez y este, sin querer en su intento por despejar, acabó golpeando en la pierna del delantero. No pitó nada en primera instancia Hernández Hernández, pero, más tarde, fue alertado por el VAR y acabó revisando la jugada, cambiando su decisión inicial y decretando la pena máxima.
Ocampos se armó de valor y tiró de sangre fría para, sin mira, engañar a Sivera desde los 11 metros y mandar la pelota al fondo de la red, colocando el 2-2 en el marcador y dando comienzo a un partido totalmente nuevo en los últimos minutos.
Sin embargo, y cuando todo ya estaba predestinado al empate pese al largo añadido, el Alavés hurgó en la herida y puso la guillotina sobre el cuello de los de Nervión. En un nuevo saque de esquina, Samu Omorodion se alzó por encima de su marcador y penó la pelota al segundo palo, donde apareció solo Rubén Duarte y empujó la pelota al fondo de la red para colocar el 2-3 en el minuto 90.
El partido llegó a su fin y el Sánchez-Pizjuán desplegó toda su ira sobre un grupo de jugadores que no se creían lo que acaba de pasar. Una nueva derrota que los deja al borde del abismo y atrancados en el barro de una temporada que puede acabar en una auténtica tragedia.