Ante la irrupción del Girona en lo más alto de la tabla, la capacidad del Real Madrid para funcionar plagado de lesiones o el pasito atrás del Barcelona, ha podido pasar por debajo del radar una realidad más de esta temporada: el Athletic asusta. Los de Ernesto Valverde lo demostraron, una vez más, ganando al Sevilla por 0-2 en la jornada 19 de la Liga. No les hizo falta más que ponerse por delante y activar el piloto automático para lograrlo.
Esta confianza, cercana a los compases finales, pudo ser incluso excesiva. Para entonces, los 'leones' ganaban por la mínima y su renta no era, ni de lejos, una invitación a relajarse. Unai Simón, de hecho, tuvo que intervenir con una doble parada providencial para evitar el empate poco antes de que Aitor Paredes sentenciara. El segundo tanto evidenció la debilidad defensiva de los de Quique, que tiene su principal foco de trabajo en mejorar las prestaciones de los suyos atrás.
En la visita de los vascos, eso sí, hay que reconocer que había enfrente uno de los mayores peligros del campeonato, Nico Williams. Los focos se desplazaron aún más de lo normal a su persona ante la ausencia de su hermano Iñaki por la Copa África e hizo lo que se esperaba de él. Alternó la banda derecha con la izquierda, imprimió cambios de velocidad para ir surtiendo de centros y disparos a los suyos y, así, agitó el orden de los hispalenses, que se vio en compromiso varias veces por su culpa. O su mérito.
Gorka Guruzeta, que tuvo algunas oportunidades de golpeo, no atinó con ellos, así que, para ganar, el Athletic tuvo que aferrarse a los balones colgados, que se erigieron en la gran debilidad del Sevilla a pesar de contar con un mariscal como Sergio Ramos capitaneando la zaga. Un desajuste facilitó que se abriera la lata y una desatención permitió la diana definitiva, esa que se dio justo cuando el respetable del Pizjuán se iba echando hacia delante en su asiento tensándose al imaginar unas tablas 'in extremis'.
Es curioso o revelador que la expedición de San Mamés funcionara tan bien a pesar de que su entrenador, consciente de que hay un compromiso de Copa del Rey por delante, dio descanso a Prados y Ander Herrera, dos jugadores que estaban rindiendo bien últimamente. Sin ellos en el campo, los bilbaínos impusieron sus dos propuestas. La primera era una presión alta asfixiante que generó varios robos en tres cuartos de campo. La segunda se basó en dar un pasito atrás en lo territorial para desactivar al Sevilla cuando iba mejorando.
Que ambas vían salieran bien, probablemente, es la consecuencia de que los de Ernesto Valverde estén unos cuantos escalones por encima de los de Nervión, al menos en la actualidad. Los andaluces tan solo causaron daño, si bien el mérito de ello es suyo, cuando sus rivales se desprotegían en derredor de la portería de Unai Simón. En la otra punta del campo, en cambio, a poco que los visitantes apretaban, había problemas.
La primera evidencia llegó nada más cumplirse la media hora inicial. Ruiz de Galarreta halló a Mikel Vesga con un centro teledirigido cuyo receptor contemporizó a la perfección. Saltó, se suspendió en el aire ante la nula oposición local y torció el cuello bruscamente para mandar el cuero al fondo de las mallas por la escuadra. Inapelable remache, apelable actuación defensiva, en una línea que se repitió para el broche, obra de Aitor Paredes, como ya se ha mencionado.
Para el gol del central, cuya presencia, como la de Vesga, era inesperada para los defensas del Sevilla, bastó con esperar a ver los frutos de la buena dinámica en que ya venía Ander Herrera. Un telegrama de la misma tinta que el del 0-1 en forma de asistencia llegó a la altura del césped sin que Nianzou, que había entrado de refresco, se activara lo suficiente para interceptar y el '4' metió la diestra para, a bocajarro, canjear un triunfo que pone al Athletic 3º.