Carlo Ancelotti avisó. El Real Madrid siempre vuelve. Después de las decepciones de perder en la Liga y en la final de la Supercopa de España, los 'merengues' se midieron, de nuevo -fue su verdugo doméstico-, al Villarreal en los octavos de final de la Copa del Rey. Se impusieron por 2-3 en un encuentro que tuvieron que remontar tras verse 2-0 abajo y con unas sensaciones que para nada anticipaban lo que ocurriría al final.
Para que los blancos transitaran de ir cayendo sin aparentes opciones de reaccionar a hacerse con el pase a cuartos de final, convivieron dos realidades. La primera es que 'Carletto' respondió y mejoró a los suyos. La entrada de Dani Ceballos y Marco Asensio, si bien ha llegado incluso a ser ridiculizada por la afición por lo poco efectivas que han sido en otros enfrentamientos, sirvió para poner contra las cuerdas a los de Quique Setién en la segunda parte.
Ceballos, de hecho, asistió al minuto de ingresar al campo. Asensio acabaría dándole a él el pase de gol necesario para certificar la victoria. Su forma de agitar el centro del campo como forma de ayuda a un Toni Kroos agotado se antojó clave para alternar la dinámica, pobre para los de Concha Espina y rica para los de La Cerámica, que imperaba hasta entonces. Además, sirvió para avisar a su entrenador de que quizá sea el momento de aderezar su 'vieja guardia' con rotaciones.
El segundo factor que explica el triunfo del Real Madrid es polémico e ineludible. Antes del gol definitivo, el de Ceballos para el 2-3, Militao derribó bruscamente a Morales en el área de Courtois cuando el 'groguet' se disponía a chutar a puerta. El brasileño no tocó el balón, pero sí a su rival, que salió despedido al tapete. El colegiado, Gil Manzano, entendió esta carga como legal por el uso que hizo el defensa del hombro, aunque también empleó el brazo.
De esta forma, el regreso de la versión 'merengue' más exitosa de los últimos tiempos, aquella que es capaz de resurgir de sus cenizas para llevarse el gato al agua cuando parece que está muerta, se vio empañada, a pesar de que existió, por una posible pena máxima. El Villarreal empezó dominando a los de Carlo Ancelotti al explotar sus muchos desajustes defensivos y organizativos. Acabó decepcionado, agotado e indignado.
El Madrid de la dejadez
El Madrid que acabó el partido no es el Madrid que lo empezó. El que lo inició emana esa edición de sí mismo que explica las anteriores derrotas contra el Barcelona en la Supercopa de España y frente a este mismo rival en la Liga. Los blancos estuvieron, durante toda la primera mitad y parte de la segunda, inconexos, desconcentrados, cansados y poco calculadores. Sus jugadores salían de sus posiciones con ahínco, pero sin cubrir sus espaldas, y esto lo aprovechaba el Villarreal a la perfección.
Aunque su técnico rehusó de situar de nuevo a Fede Valvede como extremo, al 'Pajarito' se le vio en una posición bastante adelantada. Asi, con un veterano Kroos que no es un especialista en la omnipresencia, Camavinga se vio demasiado solo para conectar la línea de atrás con la medular. El resultado, con la connivencia unos Militao y Rüdiger erráticos, un agujero constante en tres cuartos de campo.
Esa fue la lanzadera de la mayoría de los ataques de los de Quique Setién, que llegaron a hilvanar jugadas de bellísima factura. Su estratega es un enamorado de la posesión de pelota. No lo pudo aplicar en el Barcelona, pero está demostrando que seguirá fiel a estos conceptos siempre. Su firma 'groguet' estuvo en cada pase corto que sus futbolistas practicaron en derredor de la caja de Courtois, gran baluarte de los suyos para evitar que el 2-0 fuera a más.
Gracias a cómo los locales entendieron que tenían que tejer sus asociaciones entre los huecos del Madrid, nacieron los goles de Capoue y Chukwueze, uno al principio del encuentro y otro cerca del descanso. El primer anotador recibió la pelota de Gerard Moreno, doble asistente, que, tan pronto, controló, de espaldas a la portería, un saque de banda, lo perfiló y lo mandó atrás con el empeine de la bota diestra. Su compañero gestionó en dos tiempos y voleó al palo largo.
38 minutos más tarde, con el desarrollo de la primera parte ya pormenorizado, Chukwueze coronó una jugada de salón que culminó cuando él controló, solo ante Courtois, un envío picadito de Gerard Moreno a la espalda de Militao. En centésimas de segundo, el español detectó que su contrincante se había salido de su posición inicial, así que elevó tímidamente el cuero para rebasarle y habilitar al nigeriano, que hizo el resto en la definición.
El Madrid de las remontadas
La versión del Madrid que puede yuxtaponerse a la anterior es conocida en Europa y en el mundo. Este club tiene una suerte de mística o capacidad para reponerse que lo lleva a 'resucitar' cuando está en estado de vegetación. En esta ocasión, el detonante fue Carlo Ancelotti, que acertó con los cambios; curiosamente, con los mismos con los que no acertó en otros partidos. Quizá mantener la confianza en sus suplentes fue la clave.
De este modo, introdujo a Marco Asensio y a Dani Ceballos. El ex del Betis estuvo soberbio. Es cierto que, en otros enfrentamientos, apenas ha estado atinado, como su compañero, pero, en la visita a La Cerámica, se trocó en una pieza clave para cambiar el rumbo del juego desde el primer momento en que clavó los tacos en el césped. De hecho, le bastó un minuto para convertir un pase de cara de Benzema en una asistencia para Vinicius.
El brasileño y el francés fueron la cara más reconocible de la frustración previa de su equipo. No les salía nada a ninguno de los dos. Rodrygo, para colmo, no solo tuvo que vivir esta mala experiencia, sino también la de recibir una reprimenda de Ancelotti en el banquillo porque no se mostró nada contento cuando le cambiaron. En todo caso, acabaría feliz por ver cómo su técnico tenía razón y el grupo terminaba sacando adelante la eliminatoria.
Volviendo al primer toque de Ceballos, habilitó a un Vini que batió por lo bajo a Jörgensen. El cancerbero, hasta entonces, no había tenido demasiado trabajo. Quizás habría sido mucho más protagonista en caso de que los de la capital hubieran estado mejor. No se mostró especialmente seguro, tuvo varios sustos con la presión alta rival y, en caso de haber sido más exigido, puede que Benzema, en un mejor día, lo hubiera aprovechado mejor.
Tiene razón, eso sí, todo aquel que piense que lo relatado en el párrafo anterior es fútbol fantasía. Lo que sí ocurrió fue que el portero estuvo cerca de regalar un balón a Vinicius por alargar, temporal y espacialmente, un control en su caja. Concedería el 2-2 cuando Militao cazó el rechace de una buena mano con la que evitó que Benzema materializara de cabeza. Se podría aprovechar esta acción para condenar al guardameta y sería un error: llegó como pudo a esta pelota.
Tampoco se le puede reprochar mucho en la jugada del gol definitivo, con firma de Dani Ceballos. Asensio recibió un balón profundo apurando la línea de fondo, lo llevó atrás, levantó la cabeza y detectó que su compatriota llegaba en carrera, así que le sirvió el balón para que encastrara el 2-3 en el luminoso con un golpeo bajo y ajustado al palo derecho. Lo celebró con emoción, consciente de cómo se le ha vilipendiado, y cerró el pase a cuartos de final.
El Madrid de las polémicas
Lo anterior relatado es lo futbolístico, lo importante y lo disfrutable. El problema es que el deporte rey español se está acostumbrando a jugar a aquello de fantasear con qué hubiera ocurrido en caso de dirimir el colegiado una acción de otra forma. En este caso, el motivo reside en un derribo de Militao a Morales cuando este, en la jugada anterior al 2-3, se disponía a poner a prueba a Courtois para anotar él el 3-2.
En este tipo de situaciones, se suele permitir que los jugadores utilicen el hombro para cargas legales, aunque lo cierto es que, para esta, el brasileño alargó el brazo del todo para desequilibrar a su par. ¿Es, por tanto, pena máxima? Responder a esta pregunta corresponde a los árbitros. Esta vez, a Gil Manzano, que resolvió el guirigay dictaminando que no había ocurrido nada punible. Este es el origen del gol de Dani Ceballos.
¿Quiere decir esta polémica que la victoria del Real Madrid no es merecida? No. Los de Carlo Ancelotti reaccionaron de manera formidable en la segunda mitad y trabajaron su pase a cuartos, igual que el Villarreal, que fue a menos y terminó derrotado tras una actuación aguerrida. Lo que sí que hace otro lío más con sonido de silbato de por medio es empañar, de nuevo, un partido divertido, interesante y competido del fútbol nacional.