Cuadrado volvió con un 'Scudetto' bajo el brazo

Los títulos necesitan de grandes gestos, de futbolistas con ángel, de momentos azarosos. Puede que dentro de poco más de un mes se recuerde el gol de Cuadrado al Milan como clave para conquistar otro título de campeón. Durante tres meses se le echó en falta en acción. Por goles como el 2-1 que definió la suerte de un encuentro eléctrico y jugado de poder a poder.
El Nápoles había pinchado en el campo del Sassuolo y eso ofrecía una oportunidad que no se podía dejar escapar. Pero sucede que enfrente estaba el Milan. Que no es su mejor versión histórica, pero ahora juega con la sangre de Gattuso por las venas. Y eso, en clásicos como este, es mucho decir.
De hecho, no es descabellado afirmar que en la mayoría de tramos fue mejor. Su puesta en escena, su ambición, su disposición táctica. En casi todo, menos en cuestión de puntería, aportó más sobre el verde.
Qué partidazo
El primer capítulo del partido resultaría muy definitorio de lo que iba a ocurrir. En sólo siete minutos, Dybala se giró en la frontal con un precioso control orientado y se sacó un latigazo al tornillo imposible para Donnarumma. Mandaba el Milan, ganaba la Juve. Los 'bianconeri' han ganado muchos partidos así este año.
No pareció inmutarse el Milan, que siguió apretando y mordiendo. Eso no siempre significa justicia. Pero esta vez sí la hubo. Y con morbo, pues fue Bonucci el que firmó la igualada emergiendo como un coloso en un saque de esquina.
En un fútbol apresado por los tópicos, Bonucci los pisoteó todos con su festejo. Quedó claro que en su regreso a 'casa' había aires de revancha. Se volvió loco y, de paso, premió la mayor mordiente 'rossonera'.
El partido, de continuos e imprecedibles sorbos, se fue en un parpadeo al descanso.
Quedaba más aún
Y así siguió tras el descanso, ya con la dinamita de Douglas Costa en el campo. Eso sí, sin cambios en el guión de dominio: el timón era 'rossonero'.
Le costó meterse de nuevo en la pelea a la Juve. Hasta que Allegri tocó el botón perfecto con Juan Cuadrado. Con él en un carril y Douglas en el otro, encontró más vuelo.
Pero el partido seguía en un 'fifty-fifty'. Nunca dejó un respiro, así que fue como las buenas pelis de terror, la sensación de que había un asesino detrás de cara puerta era perenne. En ese escenario, Çalhanoglu mandó un zambombazo al larguero que hizo temblar las gradas. En contraprestación, Donnarumma, con Higuían tirando en fuera de juego, se lució sacando una manopla gigantesca.
El partido cabalgaba como un bumerán de un área a otra, con más tensión que ocasiones. Hasta que Khedira acarició un centro y Cuadrado entró como una exhalación para cabecear el 2-1 y olvidar de un plumazo tanto tiempo en la enfermería.
Estallaron la grada y el Milan. De euforia los primeros, de rabia los visitantes. Ni el efecto Cutrone valió a Gattuso, que para colmo vio cómo Khedira sentenció a tres para el final.
Lloró el Milan, lloró el Nápoles. Y la Juve volvió a presumir de escudo. En un caldo de cultivo perfecto para recibir al campeón de Europa este miércoles.