Mucho se ha escrito sobre la carrera de George Best. El futbolista norirlandés, que llegó a ser uno de los mejores del mundo en los años 60 y 70, prefirió vivir rápido e intenso y acabó muriendo joven, arruinado y con graves problemas de salud, aunque con mucha vida consumida a sus espaldas.
Quien fuera una de las grandes estrellas del Manchester United no pudo tener la despedida perfecta. Había apurado los últimos días de su carrera entre un modesto equipo australiano, el Brisbane Lions, el Bournemouth -entonces en Tercera- y el Tobermore United de su país natal, más viviendo de su glorioso pasado que de un presente en el que ya era un futbolista del montón.
Cuatro años después de su último partido, Irlanda del Norte se preparó en Belfast para darle el último adiós. Una despedida que no pudo ser todo lo perfecta que hubiera deseado, pues la Federación de Irlanda del Norte no le dejó jugar con la camiseta de la Selección en su adiós.
"Podría dedicar el dinero recaudado a construir escuelas y hospitales, pero todos saben que se lo va a quedar él y en qué se lo va a gastar", dijo un periodista norirlandés antes del partido. Y así, la Federación no le dejó lucir sus colores. Unos colores que, curiosamente, sólo había defendido en 37 ocasiones por su poco profesionalismo.
Poseedor de un talento natural brutal, la camiseta que Umbro preparó para su despedida también tuvo un guiño a lo que había sido su vida fuera de los terrenos de juego, con el patrocinio de la marca de cervezas Guinness.
Marcel Beltrán recuerda en 'Panenka' que el partido, con estrellas como Best, Breitner, Liam Brady o Neeskens, fue precioso y tuvo 13 goles. Y que Johnny Rep fue quien se hizo con un peculiar trozo de historia: la camiseta de Best en el partido.
El internacional 'oranje', famoso precisamente por no guardar ni coleccionar elásticas, sí que deseó conservar esta, aunque se la robaron tiempo después tras un entrenamiento.
En lo referente a Best, aún tendría tiempo de decir adiós a Old Trafford en un recordado amistoso de agosto de 1991, ya con 45 años y un aspecto todavía más descuidado. Fue la última vez que los focos y el gran público pudieron disfrutar de este jugadorazo, que acabó sus días haciendo lo que realmente más le gustaba: salir de fiesta, ligar y emborracharse.
Un trasplante de hígado rechazado por su cuerpo y su negativa a dejar de beber hicieron el resto un 3 de octubre de 2005.