Allá por el año 2008, gracias en gran medida a la Fundación Samuel Eto'o, los ojeadores del FC Barcelona descubrieron a un futbolista que apuntaba muy buenas maneras y que, con el tiempo, podría terminar convirtiéndose en un referente para la zaga.
Por ello, sin pensarlo demasiado, firmaron lo antes posible a un Macky Bagnack que hace 12 años comenzaba su formación como futbolista en La Masia con 13 años a sus espaldas.
El camerunés era un proyecto de central y poco a poco fue quemando etapas hasta que en la campaña 2013-14 se asentó en el filial de la entidad azulgrana, cuyo primer equipo por entonces estaba dirigido por Gerardo Martino.
Su carrera apuntaba a despegar definitivamente cuando en el curso 2014-15 disputó sus primeros minutos con el club en sendos amistosos, pero ese fue el inicio del fin de un Bagnack que ahora vuelve a asomar la cabeza.
Desde entonces pasó sin pena ni gloria por el Nantes y su filial, el Real Zaragoza y el Admira. Su carrera parecía ir a la deriva pero su fichaje en 2018 por el NK Olimpija lo cambió todo. En el club esloveno cogió vuelo y fue indiscutible durante dos temporadas.
Su gran rendimiento hizo que un grandes de los Balcanes como el Partizán de Belgrado pusiera sus ojos en él hace unas semanas y en el equipo serbio, que busca clasificarse para la fase de grupos de la Europa League, quiere demostrar que todavía puede ser, a sus 25 años, aquel central que muchos imaginaban en el Camp Nou.