La historia de Philip Mulryne es una de esas de las que merece la pena pararse a leer tranquilamente. Un jugador de fútbol que rompió los esquemas y que desde hace tres años es nada menos que diácono de la Orden Dominicana.
Formado en la cantera del Manchester United, era una de las promesas que más estimaba Alex Ferguson. Compartió vestuario con Beckham y Giggs entre 1996 y 1999. Se marchó meses antes de que los 'red devils' levantaran una histórica Champions League en el Camp Nou.
Durante seis años fue un ídolo en Norwich, donde labró gran parte de su carrera y donde mostró su mejor versión. 18 goles en 161 partidos como 'canarie', hasta que en 2005 salió del club para buscar una nueva oportunidad en Cardiff. A partir de ahí, Leyton Orient y King's Lynn vieron sus últimos pases como futbolista. Las lesiones fueron mermando el talento de un futbolista que prometía mucho en las inferiores del United.
Llevó la vida normal de un jugador. Su salario rondaba el millón de libras, salía con la 'glamurosa' Nicola Chapman y contaba con un buen cartel en el mundo del fútbol. Hace dos décadas, Ferguson le hacía debutar en un Manchester United plagado de estrellas. Pero su camino iba por otra parte...
Llegó a ser internacional con Irlanda del Norte en 27 ocasiones y en 2008 decidió colgar las botas. Tras decir adiós a una de sus grandes pasiones, cambió de rumbo y se acercó a la otra. Fue entonces cuando su vida dio un giro radical y apostó por una vida más espiritual. Se marchó a Roma para seguir su vocación sacerdotal.
Su testimonio es difícil de encontrar, pero es impagable escucharlo. En estos días, 'Primera Plana' de 'Marca' ha conseguido hablar con el ahora padre Philip, quien no dudó en comparar su servicio a Dios con el servicio a Sir Alex Ferguson.
"En muchos sentidos, mi vida como dominico es similar a mi vida como futbolista. Por ejemplo, vivo en comunidad con otros hombres que persiguen un objetivo similar, aunque la meta es diferente. En el fútbol se trata de la búsqueda de trofeos, mientras que un dominico busca a Dios y comparte su amor con los demás", aseguró.
"Tengo un superior que de alguna manera es como un entrenador, y la vida como religioso es regular y disciplinada. En un nivel práctico, físicamente mi vida es diferente. Ya no entreno tan intensamente todos los días y no puedo disfrutar de cosas materiales como coches, vacaciones... Mi vida ha cambiado pero también puedo aportar muchos de los valores que aprendí como futbolista y usarlos en mi sacerdocio", continuó.
¿De dónde le llegó la fe hasta el punto de entrar de este modo en la Iglesia? Mulryne aclaró cómo tomó la decisión: "Siempre fui creyente, pero durante los 13 años que fui futbolista me alejé de la práctica de mi fe aunque todavía rezaba con regularidad. Creo que Dios me invitó a responder a su oferta de convertirme en sacerdote. Así que por mi parte respondí que sí, sabiendo que su plan para mi vida sería por mi bien y por el bien de los demás. Hace unos años aparecieron los primeros indicios de mi vocación religiosa".
Ahora, desde la lejanía y pese a que en su carrera también pecó, Philip Mulryne ve el fútbol actual pernicioso a varios niveles: "El fútbol se ha vuelto muy comercial y ha creado un culto a la celebridad alrededor de los jugadores. El fútbol en sí puede convertirse en una religión que puede llevarse al extremo. Creo que un jugador que tiene fe puede estar más equilibrado y no caer tan fácilmente en la ilusión de pensar que es mejor que el resto de las personas".