El Palermo, tal y como lo conocemos, no volverá a existir salvo que el recurso presentado ante la Comisión de Vigilancia de la Federación Italiana surta efecto, algo que se conocerá el próximo 11 de julio. De lo contrario, el club italiano será descendido a la Serie D italiana y estará obligado a refundarse con otro nombre para seguir compitiendo.
A esta situación ha llegado el Palermo después de varios años llamando a las puertas del desastre, con incontables problemas económicos que, lógicamente, tuvieron su correspondencia en el terreno de juego. Hasta que el descenso se consumó tras la 2016-17, en la que terminó penúltimo en la clasificación.
Nada cambió desde entonces y, tras concluir la última campaña, el Palermo no reunió los requisitos económicos exigidos para formar parte de la Serie B, ya que los documentos aportados fueron rechazados de forma taxativa. Así, el futuro más optimista que puede vislumbrarse es empezar de cero en la cuarta categoría del fútbol italiano.
Lejos quedan los buenos tiempos, en los que llegó a asomarse a Europa e incluso a una final de la Coppa Italia, en 2011. Todo gracias a excelentes jugadores que probaron suerte en un Palermo que disfrutó, por ejemplo, de los goles de Cavani. El charrúa jugó allí cuatro años, de 2006 a 2010, y anotó 37 goles antes de dar el salto al Nápoles.
También jugó Dybala, que se hizo grande en Palermo. Tres temporadas de fantasía del argentino, que firmó por la Juve dejando 40 millones en las arcas. Ese dinero, como el de Cavani o un Pastore que vistió su camiseta durante dos campañas, no sirvió para afianzar en la élite un proyecto que enamoró a la ciudad.
Otro histórico del fútbol italiano como Luca Toni también hizo ilusionarse a Palermo. De hecho, el delantero es el cuarto máximo goleador histórico de la entidad, tras Vernazza, Radice y Miccioli. Claudio Ranieri -que colgó allí las botas-, Barzagli o Gilardino son otros de los futbolistas que tiempo atrás engrandecieron a un Palermo que ya es historia.