El estadio Zayed Sports City de Abu Dabi consolidó otra temporada hegemónica para el Real Madrid, que aumentó su poder en el Viejo Continente. La final ante el Al Ain recuperó la sonrisa madridista, sometida en el tramo final del ejercicio a las secuelas de las sacudidas que supusieron las marchas de Zinedine Zidane, de Cristiano Ronaldo, la derrota en la Supercopa de Europa o el cambio de entrenador.
El Mundial de Clubes culminó un 2018 de ensueño para el Real Madrid, mágico para Modric, el Balón de Oro que derribó la dictadura impuesta por Cristiano y Messi en la última década, y prodigioso para Francia, proclamado en Moscú como campeona del mundo.
El estadio de Luzhniki contempló como 20 años después, Francia recuperó la corona en un Mundial. La anterior fue como anfitrión, en su templo de Saint Denis, con Didier Deschamps como capitán y con Zinedine Zidane de gran figura.
En Rusia, con Deschamps como entrenador, los 'bleus' impusieron ante Croacia, la sensación de la competición, la ley del más fuerte. Fue una respuesta más a la lucha de estilos. El triunfo del fútbol coral, físico y combativo al del aprecio por el balón que Alemania impuso en Brasil 2014 y España en Sudáfrica 2010.
El éxito de Francia en Moscú enterró el sueño entusiasta de su adversario, Croacia, que perdió la final por 4-2. Fue el conjunto balcánico la sensación del torneo. La competición que ponderó el desparpajo de una generación plagada de talento.
La derrota no afeó el nivel ofrecido por Modric, elegido el mejor del Mundial. Fue aquel galardón el primero de los trofeos que individualmente acaparó después el futbolista del Real Madrid.
Luka, que se prepara a enfilar el tramo final de su estancia en la élite, superó a todos los demás a nivel personal. Recogió el 'The Best', fue el mejor para la FIFA, y también el Balón de Oro. Un entrometido en el reinado de Messi y Cristiano.
El fútbol recompensó el gusto por el buen fútbol de Modric, beneficiado por el buen rendimiento a nivel internacional de su equipo.