Arrancó el encuentro el Athletic con vigor y, en la primera jugada, Muniain estrelló el balón en la cruceta. Una actitud intimidatoria que se fue diluyendo conforme sus embestidas se topaban con el muro ucraniano.
Poco a poco, el Zorya fue saliendo de la cueva y, palpando las dificultades locales para hilvanar el juego, decidió tratar de mantener la posesión para adormecer a su rival.
Mientras el Athletic sufría para combinar en el centro del campo, el equipo visitante se mostraba bastante cómodo en su posición, defendiendo sin grandes apuros y esperando su oportunidad.
San Mamés comenzó a manifestar su nerviosismo por el juego -y los últimos resultados cosechados-, silbando cuando vislumbraba falta de ideas en sus jugadores.
Apenas se cumplía el ecuador del primer tiempo, cuando Kharatin hizo saltar todas las alarmas. El centrocampista aprovechó la pasividad defensiva del Athletic para dar la sorpresa en Bilbao.
Aunque salieron espoleados tras el descanso, los jugadores del Athletic mostraban más rabia que juego y sus ataques morían siempre en la orilla ucraniana.
Con el paso de los minutos, el Zorya fue agigantándose por la gesta que tenía ante sí y peleó los tres puntos con uñas y dientes.
El asedio final del Athletic no sólo no tuvo premio, si no que, para mayor desgracia local, Muniain abandonó San Mamés entre lágrimas.