En una sola semana, el Barcelona se ha ganado un volante para ir al sicólogo. Valverde es el que ha pedido la cita tras ver cómo a su equipo se le han fundido casi todos los fusibles. El equipo sufre una crisis doble: de resultados y de identidad. Y aunque la Liga ofrece margen para terapias, ha llegado el momento de actuar para lamentar secuelas a largo plazo.
Ante el Girona fue un accidente debido a la roja temprana de Lenglet. En Butarque hubo una huelga de actitud. Contra el Athletic fue un caso de extraña autopsia. Porque todo nació con la suplencia de Messi. Dejó claro el técnico que lo quería fresco para Londres. Obvió la urgencia de recuperar la sonrisa liguera y lo pagó caro.
Cuando mandó al argentino al campo y a la farmacia por antidepresivos, llegó tarde. Solo dio para rescatar un punto. Messi porfió, Messi chutó, Messi, asistió. Y Munir firmó el gol. Quedaban seis minutos y la sombra de la derrota era más que real.
Horrible Piqué
El aficionado azulgrana empieza a zozobrar más de la cuenta. Porque de nuevo el adversario se adelantó y manejó una ventaja a favor durante muchos minutos. Y, peor aún, porque asiste a un temible proceso de envejecimiento de Piqué. Al central se le ven las costuras en todos los partidos. Así ocurrió de nuevo contra el Athletic.
Solo tuvo consecuencias en la acción del 0-1, pero otras dos más podrían haber costado caro. El central, que llegó a acercarse al banquillo a por glucosa en la primera mitad, es ahora mismo un vago recuerdo de sus mejores días. Se durmió como un alevín en el centro de Susaeta para habilitar la posición de De Marcos, quien adornó lo siempre llamativo de anotar en el Camp Nou con un remate aéreo de volea.
Ocurrió a cuatro minutos para el descanso. Tras un par de sustos de los vascos. Tras un recital de impotencia del Barça. Sin Messi, el fútbol es un simulacro en el equipo.
Más aún. Al Barça no solo se le está muriendo la capacidad de asustar y dominar al rival; lleva tiempo escapándosele de las manos el estilo que sembró Johan Cruyff en el Camp Nou.
La reacción dio para puntuar
Se encendió la alarma en el descanso y el la necesidad de remontar urgió sobre la de jugar bien. La lesión de Sergi Roberto aceleró la entrada de Sergio Busquets; minutos después, Messi ya estaba también de corto. Un escudo más sólido y el mejor arma posible llegaban para cambiar el decorado.
Cambió la velocidad del juego. Y el Athletic, que había cumplido dignamente hasta entonces, se aferró a la fortuna para seguir en pie. El travesaño le negó el gol a Coutinho; el poste derecho se lo hizo al argentino poco después. Solo una vez amenzó con contragolpear, pero el sprint de Semedo ante Iñaki Williams corrigió el enésimo despiste de Piqué.
El cántaro lo rompió Munir, aún con tiempo para haber tachado el segundo borrón seguido en el Camp Nou. Pero Rakitic, desesperante en la prolongación, desperdició la segunda asistencia que le había dado tiempo a cargar en los bolsillos a Messi.
Y Messi se enfadó
El argentino acabó muy enojado. El colegiado se llevó su buena bronca por un córner claro no pitado, también la manera en que Messi vomitó su cabreo por otro tropiezo y por haber sido suplente. De hecho, se llevó la amarilla un minuto después del pitido final.
Será duro para el aficionado al fútbol, y más para el azulgrana, el día en que Messi no juegue más. Pero en pleno incendio de resultados, pareció una frivolidad por parte de Valverde darle a su bombero solo 35 minutos de partido.
El Barça está en un momento complicado por su ausencia de personalidad y de referentes. El peaje de puntos es recuperable, más en una Liga donde los grandes ya no asustan tanto. Pero ahora Valverde debe centrarse más en el departamento de recursos humanos que en el deportivo. Si no quiere que el equipo se le desenchufe y la tormenta descargue en su banquillo.