El Barça acaricia los octavos de final de la Champions League en uno de los grupos más extraños que se le recuerdan a los 'culés' en los últimos tiempos. Ni Ferencvaros ni Dinamo de Kiev han sido rivales y la Juventus hizo lo que pudo con lo que tiene Pirlo, que ahora mismo es poco. El resultado, tres victorias en tres partidos que tampoco dibujan la realidad de un club que aún intenta encontrar un plan.
El choque ante los ucranianos parecía una ocasión inmejorable para que el Barcelona acabase definitivamente con todas sus dudas, pero nada de eso, las aumentó. Y eso que el Barça puso de su parte para no repetir la primera parte de Vitoria. Los 'culés' arrollaron de salida a un Dinamo de Kiev lleno de chavales y que rozó una proeza con el paso de los minutos.
Messi, cada día un poco más desconectado, abrió la cuenta demasiado pronto y casi fue lo peor que le pudo pasar al equipo azulgrana. Leo transformó un penalti inocente cometido sobre él mismo. Quinto gol esta temporada y los cinco de penalti. Un síntoma inequívoco de que algo no va bien.
El Barça se relaja
El gol no llegó solo y el aluvión de ocasiones, como en el final de Mendizorroza, era constante. Pedri remató al larguero un buen servicio de Dest y Ansu Fati comenzó a poner a prueba a Neshcheret, héroe anónimo de la noche. La cosa pintaba a goleada de escándalo e incluso el Dinamo parecía preparado para encajarla, pero hay cosas que llevan demasiado tiempo sin funcionar en el Camp Nou.
Griezmann envió al limbo la enésima oportunidad cuando lo más difícil era no firmar el segundo. Y el Dinamo, paso a paso, se lo fue creyendo. El desajuste en el centro del campo del Barcelona iba en aumento, pues no ayudó la decisión de Koeman de sentar a Lenglet para darle minutos a De Jong como central.
Ni Busquets supo sostener al equipo ni Pjanic aportó demasiado y, si cabe, De Jong aumentó las dudas de la defensa, lo que llevó a Ter Stegen a firmar la primera gran parada de la noche a remate de Buyalskyi.
El Barça se olvidó sde atacar hasta los últimos compases de la primera parte. De nuevo Pedri y Ansu Fati, siempre los dos adolescentes, estuvieron cerca del gol mientras Neshcheret iba agrandando su figura a dos buenos tiros de ambos.
Salvador Ter Stegen
El segundo tiempo arrancó con sobresalto para Koeman. Paradón de Ter Stegen a Tsygankov -y ya iban dos- y cabezazo a la red de Kedziora en el córner. Al Barça solo le salvó que el balón había salido en el centro desde la esquina.
Las ocasiones del Barcelona cada vez llegaban más con cuentagotas. En todas ellas estuvo impecable el meta ucraniano, que primero evitó que Messi repitiera el golazo de falta que le hizo a Alisson en la Champions de hace dos temporadas y luego puso bien el pecho en un cabezazo de Sergi Roberto.
Pero el Barça era tan superior técnicamente que el segundo tanto llegó casi sin buscarlo. Ansu Fati le puso un caramelo a Piqué y el central cabeceó con mucha clase al palo largo.
Ni el 2-0 le echó el lazo al choque y Koeman no se podía creer en la banda lo que estaba ocurriendo. Trató de presentar un Barcelona mucho más reconocible para los últimos minutos con la entrada de Lenglet y la reubicación de De Jong como centrocampista, pero ni por esas. También entró Dembélé, quien aunque mejoró a Griezmann no hizo mucho más allá de un tiro que sacó de la escuadra el crecido Neshcheret.
El Dinamo volvió a avisar con un mano a mano de Tsygankov que pilló durmiendo a Jordi Alba, también retratado en el gol ucraniano. Salvó por enésima vez Ter Stegen, que regresó por todo lo alto después de su larga lesión. En el 2-1 no pudo hacer nada. Verbic remató sin que Lenglet le tapara y Jordi Alba también dimitió en el rechace: Tsygankov metió a los de Lucescu en el partido.
Por suerte para el Barça no sucedió mucho más, en parte porque el Dinamo consideró decorosa una derrota por la mínima en las circunstancias en las que llegó a la Ciudad Condal y en parte porque no se creyó que pudiera empatar. El Barça acaricia los octavos, pero a qué precio y con qué imagen...