El Betis sigue intratable a domicilio, y El Sadar sigue atragantándosele a Osasuna. Victoria por 1-3 de los de Pellegrini, en un encuentro en el que han demostrado capacidad de adaptación y pegada. Osasuna se queda con las buenas sensaciones, y toma nota de lo que debe mejorar.
Se jugó a lo que quiso Osasuna el 75% del tiempo. Los rojillos sorprendieron al Betis al comienzo del encuentro, con su presión intensa, asfixiante, y su fútbol directo.
Pretendía el Betis tocar y tocar, dormir el partido. Pero no lo logró. Osasuna era un diablillo enrabietado al que los verdiblancos no podían domar de ninguna manera.
Sin embargo, con el paso de los minutos los pupilos de Jagoba Arrasate necesitaron tomarse un respiro, y eso lo aprovechó el Betis para, por primera vez y última en el encuentro, hacer el partido que Pellegrini quería plantear.
Esto es, el Betis empezó a tocar. A mover el balón con criterio, y solo darle velocidad para hacer daño a conciencia. Y en esas, llegó el gol. Había sobrevivido el Betis al chaparrón inicial, y Osasuna lo pagó. El 'leit motiv' de este encuentro.
El tanto fue especial. Porque lo marcó Kike Hermoso, un joven central, titular hoy por las circunstancias en forma de baja que asedian a la defensa verdiblanca. Porque era su primer partido con el primer equipo. Porque era su debut como titular.
La jugada comenzó con una falta a Borja Iglesias. Fekir, en lugar de colgar el balón al área, tiró de libreto y se la dio a Aitor Ruibal a la banda. Este centró, la zaga de Osasuna despejó mal y comprometió el balón.
Quedó muerto en torno al punto de penalti, y ahí Kike Hermoso apareció para rematar el que sería el 0-1. Su estreno no pudo ser mejor (aunque luego saliera en la foto del gol del empate de su tocayo Kike García, y en otro par de acciones de peligro de Osasuna).
El tanto dejó tocado al cuadro local, pero en cuestión de minutos su maquinaria empezó a carburar de nuevo, y volvió a acercarse con malas intenciones a los dominios de Claudio Bravo.
Se procedió entonces a jugar como en el arranque del partido, a lo que Osasuna quería. Y el Betis le empezó a coger el gusto a eso de aguantar y contragolpear.
En el 37', en una de esas llegadas a la contra, estuvo a punto de marcar el segundo el Betis, y como los ataques se sucedían uno tras otro, en la siguiente acción empató Osasuna.
Robó un balón muy peligroso Manu Sánchez, y se lo dio a Roberto Torres. La conexión con Kike García, perfecta, y aunque Kike Hermoso trató de hacer caer a su tocayo en fuera de juego, llegó décimas tarde, lo justo para habilitar al ex del Eibar, quien con un tiro a colocar puso las tablas en el marcador.
Aquello no amilanó al Betis. Pellegrini parecía haber entendido que no iba a poder domar a su rival, que le iba a tocar adaptarse, y eso hizo. Lo bordó en la segunda parte.
Porque el segundo tiempo fue de Osasuna. Es decir, se jugó, como durante la mayoría del primero, a lo que los rojillos querían. El Betis aceptó aguantar y esperar a poder hacer daño a la contra.
El centro del campo desapareció de El Sadar. Osasuna puso a prueba la solidez del Betis, pero pecó de una falta de precisión que a la postre sería su condena.
Porque su rival tuvo menos presencia de la que le hubiera gustado, y menos precisión de la deseada, pero fue un torbellino a la contra (acabó el encuentro con 16 tiros, nueve a puerta).
Por momentos parecía que el empate a uno sería definitivo, pero Pellegrini dio la clave con los cambios. Refrescó su tercio ofensivo y mató a Osasuna. El primer golpe se lo dio Juanmi, cinco minutos después de entrar, con un gol que el asistente anuló por fuera de juego y que el VAR validó tras comprobar que no existió posición antirreglamentaria y que Martín Montoya se llevó legalmente la pelota.
El segundo, en el alargue, otro de los cambios, Willian José, asistido por otro suplente, William Carvalho. Osasuna, tras el segundo del Betis, se lanzó a tumba abierta a por el empate y se llevó la sentencia.