Tuvo que ser el Deportivo el que renovara, prácticamente resucitara al Madrid de Zidane. Como en el debut del francés en el banquillo blanco, los coruñeses pagaron los platos rotos y se llevaron un saco de goles a casa. No fue una victoria cualquiera para el Madrid, pudo suponer la constatación de que este equipo ha vuelto.
'Zizou', en este particular regreso al pasado, se disfrazó de Doc. Aparcó el DeLorean a la vera del Bernabéu y retrocedió el tiempo algunos meses, no hacía falta demasiado. Una aparición en la época de las goleadas, las remontadas, de la felicidad en el Bernabéu. Los goles llegaron y con ellos, el fin de la crisis.
Pero para que todo funcionara, Zidane necesitaba a su particular Marty McFly. Hacía falta un tipo escurridizo y silencioso... y Zidane se encontró con dos. Bale y Nacho, Nacho y Bale. Tan diferentes y tan parecidos ante el Deportivo. El canterano se vistió de delantero y apuntaló el inicio de la remontada. El galés, henchido de moral, recordó al futbolista por el que pagaron 100 millones.
Tocaba marcha fúnebre con el gol de Adrián, que fue aderezado con los primeros -y únicos- pitos de la tarde en Chamartín. Las dudas, de nuevo sobre el Bernabéu. El Madrid estaba fuera de puestos Champions. Tocaba arrebato, y llegó.
Nacho clavó la bandera, Bale la clavó en la escuadra y el madridismo respiró, aunque no demasiado fuerte. Sólo era un 2-1 y la película ya se la sabían de sobra este año. Pero Zidane y sus chicos giraron el guión por completo tras el asueto.
El Madrid, apoyado por el triunfo parcial, se desmelenó. Los goles fueron cayendo como fruta madura y, como el día del debut de Zidane, el equipo volvió a mostrar su impronta. Hubo velocidad, contragolpes, sonrisas, goles -hasta Cristiano volvió a ser Cristiano- y el balón parado resultó efectivo. Un regreso al pasado en toda regla.