Lo que comenzó como un interesantísimo partido entre dos nobles venidos a menos acabó en una mera anécdota. El infortunio se cebó con André Gomes a once minutos del final. Ahí acabó moralmente el encuentro.
Hasta entonces, porque hay que contarlo, los de Pochettino estaban consiguiendo una victoria que les rearmaba la moral en un año en el que la Premier se les está atragantando bastante.
Los nervios y la inestabilidad de ambos se manifestó especialmente en una primera mitad insulsa, sin apenas llegadas y con un 0-0 mascado al descanso.
Fue Dele Alli el que condimentó un poco la noche. Son, que guiaba la contra, le habilitó el balón al hueco para definir en el mano a mano dentro del área. Sí, milagro, Dele Alli volvía a marcar. Y se lo dedicó a sus detractores.
Si el tanto daba otro prisma, más aún cuando una jugada de revisión del VAR por presuntas manos del goleador de la noche se demoró más de la cuenta. Parecía claro el penalti; sin embargo, el colegiado no lo estimó así, para clamor de Goodison Park.
El choque, calentito, avanzó. Llegó la terrible lesión de André Gomes, que costó la roja a Son, y hubo momentos de zozobra, lágrimas y tipos que, como Aurier, desconectaron humanamente.
Pero hubo que seguir, incluidos 12 minutos de añadido que acabaron siendo 13. En el octavo, Tosun igualó en un pimpanpún que cabeceó a la red tras centro de primeras de Digne.
Hubo tiempo para más, pero no ocurrió más. Todo siguió igual: con un Everton que sigue notando el aliento del descenso y el Tottenham más mediocre del último lustro, a diez puntos ya de la zona Champions.