Fiesta en Liverpool por la salvación del Everton, que tuvo que recomponerse tras un 0-2 en el minuto 36 que dejó helado a Frank Lampard y a los suyos. La victoria es memorable y pone fin al sufrimiento de una temporada aciaga.
El recibimiento ya auguraba un partido especial. La afición de los 'toffees' tiñó Liverpool de azul, pero es cierto que el Everton no le recompensó con una buena primera parte. De hecho, el Palace, que no se jugaba nada, golpeó hasta en dos ocasiones.
Primero fue Mateta, que cabeceó solo en el corazón del área un buen centro de Eze. Los de Vieira estaban tranquilos, cómodos con el balón, mientras el cuadro local se desangraba por las continuas pérdidas y la evidente falta de identidad en el juego.
Y en el 36', para más inri, Ayew finiquitó una contra llena de rechaces en el área de Pickford. El goleador de las 'águilas' mereció irse expulsado un minuto antes por una entrada criminal a un futbolista del Everton pegado a la banda.
Sin embargo, tras el descanso algo cambió en la mente de los jugadores del Everton. Keane recortó distancias pronto con un buen cabezazo y el Goodison Park empezó a creer de verdad en la remontada. Mientras, el Burnley disputaba otro duelo importante por la salvación ante el Aston Villa.
20 minutos después, Richarlison encontró el espacio con algo de fortuna en el tiro para batir a Butland, que estuvo poco inspirado. El empate valía de poco, y entonces llegó el tanto de Calvert-Lewin en el 85' para llevar el delirio a las gradas y al propio Frank Lampard, que se quitó un peso de encima con la permanencia de su equipo.