La Ley de Murphy dicta que, si algo puede salir mal, saldrá mal. Es lo que le pasó a Las Palmas en la visita del Girona en su partido de la jornada 31 de Segunda División. Los de García Pimienta, hasta el minuto 37, dominaron el encuentro, se gustaron, se vieron superiores y amordazaron a unos catalanes que luchan por los puestos del 'play off' de ascenso.
El fin de este gobierno llegó en el minuto 37, cuando Mujica, que ya había visto la tarjeta amarilla por cortar con falta un ataque visitante, fue expulsado después de un intento de chilena que le llevó a pegarle una patada involuntaria en la cara a Santi Bueno. Quería darle a un balón que caía llovido en el área y erró. Consciente de su fallo, pues los suyos iban ganando por 1-0 con buenísimas sensaciones, lloró en su camino a las duchas.
De ahí en adelante, aprovechando su superioridad numérica, el conjunto de Montilivi arrebató la batuta del enfrentamiento a su rival y la utilizó para imponer un control de la acción que tardó bastante en dar su fruto. La resistencia de los canarios y el buen hacer de su cancerbero, Álvaro Vallés, retrasaron el advenimiento de Murphy.
El gol que Jesé había anotado pronto fue el combustible del equipo para resistir. El '10' abrió la lata en el minuto 12, de penalti, tras recibir un pisotón de Aleix García cuando trataba de ingresar a la caja de Juan Carlos. En el punto fatídico, optó por un golpeo raso a su izquierda que engañó al guardameta.
Lo que, probablemente, no se imaginaría el delantero de ninguna de las maneras es que los suyos terminarían el duelo desquiciados y derrotados. En la segunda mitad, volviendo a ese contexto en que el Girona dominaba, un doblete de Nahuel Bustos, el mejor hombre de Míchel en esta cita, decantó la balanza para los albirrojos.
Primero, en el 62', recibió un balón raso al segundo palo de Samu Sáiz que Curbelo no alcanzó y que él mandó plácidamente al fondo de la red. Después, en el 65', remató imperialmente un centro de Jairo con la testa y culminó la remontada. Era el golpe definitivo aunque aún quedaran 35 minutos por delante, que más bien se condensaron como telón de fondo de la frustración de Las Palmas.
De hecho, acabó encajando un gol más y con otro futbolista expulsado. Valery, en el tiempo añadido, aprovechó una contra -los de García Pimienta, con nueve y sin nada que perder, no dejaron hombres atrás- para obrar la sentencia. El segundo amarillo que vio la roja, Raúl Navas, quien, por pura impotencia, le pegó un puñetazo en el pecho a Ramón Terrats. Encarnó el sentir de la plantilla y de su afición: enfado porque todo podía salir mal... y salió mal.