El Hapoel se plantó ante el Inter con una defensa de cinco que era toda una declaración de intenciones: venid, que tenemos el 'gol average' ganado y nos vale el empate porque lo nuestro no es pasar de la fase de grupos.
Pero el plan se les fue al garete a los trece minutos de juego. Mauro Icardi batió, a pase de Éder, a Goresh y llenaba de esperanza a los 'nerazzurri'.
Poco más de diez minutos más tarde caía el segundo, que parecía que sería definitivo. Marcó Marcelo Brozovic, también a pase de Éder, y el Inter se echó a dormir.
Literalmente, porque en el segundo tiempo el Inter fue otro, presa de los nervios y desbordado por el rival. Acortó distancias Lucio Maranhao a la hora de partido, pero lo peor estaba por llegar.
Handanovic vio la segunda amarilla por derribar a un rival en el área. La primera la vio al filo del descanso por perder tiempo. Roja y comenzó la pesadilla.
Entró Carrizo sin calentar y a punto estuvo de detener el penalti lanzado por Nwakaeme, pero sólo pudo tocarlo con los dedos. El empate le valía, pero muy poco, al Inter, pues le hacía depender de una carambola para pasar.
En lugar de serenarse y aprovechar los veinte minutos de partido que quedaban, el Inter fue presa de los nervios y terminó asediado por el modesto equipo israelí.
Y tanto fue el cántaro a la fuente que en el minuto noventa Sahar, que había entrado cuarto de hora antes, sentenció al Inter tras una bonita jugada que culminó con el pase de tacó de Ghadir y su gol.
El Inter volvió a caer contra el rival más débil del grupo, de nuevo haciendo el ridículo. Ésta vez desperdiciando un 0-2 más que claro. Quizá el problema no era la tercera equipación horrible que lució en el anterior encuentro. Quizá el problema tampoco era De Boer.
Sin la Europa League tendrán tiempo entre semana para meditar y buscar soluciones a este equipo descompuesto.