En la temporada 2009-10, el Inter de Milán se alzó de manera sorprendente con la Champions League. Mourinho consiguió lo imposible y abandonó el equipo tras dos años inolvidables, dejando un solar a su salida.
Pronto Samuel Eto'o anunció que se iba al Anzhi ruso y el resto del equipo 'nerazzurro' sufrió una lenta descomposición de la que el Inter todavía no ha logrado recuperarse.
Precisamente la salida del camerunés llevó a los italianos a buscar savia nueva. Y Luc Castaignos, semidesconocido para el gran público, fue el elegido para cubrir el hueco del africano en el Inter.
El jugador de los Países Bajos recaló en el Inter en 2011 con sólo 18 años y la esperanza de convertirse en uno de los mejores delanteros de Europa en el futuro. Llegaba tras marcar 15 goles en 37 partidos en el Feyenoord y el Inter era un desafío espectacular.
Ya sin Benítez, sustituto de Mou, ni Leonardo, reemplazo de última hora, el Inter afrontaba una nueva etapa con Claudio Ranieri. Pero el italiano no logró hacerse con un vestuario muy veterano y que no supo aceptar la necesaria renovación tras ganarlo todo.
A Castaignos casi no le dio oportunidades y, con un único gol en su haber, dejó el club para volver a la Eredivisie, al Twente. Enseguida demostró que no se le había olvidado marcar y se fue hasta los 14 goles en la 2012-13.
Calcó la cifra en la 2013-14 y la 2014-15, pero ya nadie le daba oportunidades fuera de su país. Precisamente de cara a la 2015-16, el Eintracht de Frankfurt volvió a apostar por él cuando apenas contaba con 22 años.
Su nueva experiencia fuera salió fatal -sólo cinco goles en 21 partidos- y el Sporting de Portugal, club en el que no han rendido mal sus compatriotas, apostó por él un año después.
Tras jugar muy poco con Jorge Jesus, regresó a préstamo al Vitesse, donde decepcionó, y esta campaña no pasó de la media hora de juego en tres partidos, razón por la que los lisboetas se han decidido a rescindir su contrato.
Apenas tiene 26 años y podría tener mucho futuro por delante, pero lo cierto es que el tren del triunfo en el Viejo Continente parece habérsele escapado para siempre. Tendrá que bajar un peldaño y pelear en un nuevo fútbol, alejado del lujo y la pompa con la que un día fue recibido en el Giuseppe Meazza. Le quieren en Corea del Sur.