Los milagros exigen la perfección propia y grietas en los rivales. La ecuación no admite fallos. Hugo Lloris se coló en ella para hacerla imposible. Harry Kane, pistolero de lujo, firmó el albarán en Dortmund. Y así murió el sueño imposible aurinegro y emergió el londinense.
Ocho años después estará entre los ocho mejores. Lo fue en cuestiones de puntería en la ida, lo fue gobernando las dos áreas en la vuelta. Su victoria final pudo haber sido un buen infierno de no ser por los guantes de su portero, convertido en pulpo y bombero para mitigar el fuego local.
No había otro guion posible para los de Favre que jugar descamisados y valientes, pero la frontera entre la bravura y la desesperación es bastante fina. No se le pudo reprochar la actitud, sí la falta de tino aate el muro gigante construido por Lloris. Tras un par de sustos de Reus y Alcácer, el meta galo se hizo sideral a los 21 minutos.
Reus, que volvía con el estandarte pero sin mucho oxígeno ni frescura en las piernas, y Götze se estrellaron contra Lloris, que pareció más alto y ancho que nunca. El Tottenham no se desplegaba, aunque tampoco sufría más de la cuenta. Se conformaba con estar bien plantado.
Llegó a la media hora su opción de haber acabado con 60 minutos de incertidumbre. Pero Son llegó trastabillado ante Bürki y ni encontró puerta.
Fue el preámbulo al minuto mágico de Lloris, el principio del fin. Guerreiro cabeceó de espaldas, el portero tiró de reflejos, Vertonghen se abonó a los milagros en el rechace. Casi sin tiempo para recuperar el aliento, Götze buscó el poste izquierdo y encontró otro vuelo del meta del Tottenham.
Faltaba el señor del gol
El objetivo de llegar ganando al descanso murió. Y ahí se apagó la vida en los ojos de los de Favre. Brazos caídos, piernas pesadas, corazones sin ritmo. Un escenario que derivó en un cortocircuito. Lo vio Sisoko a los cuatro minutos de la reanudación y de sus botas salió un mano a mano para Kane. Un regalo de los que no desaprovecha.
El 'Pichichi' del Mundial no había aparecido, pero no le importa jugar con solo una bala en los bolsillos. Con toda la calma del mundo se plantó ante Bürki y definió como un penalti en movimiento para sentenciar lo que ya no tenía más chicha.
Se clasificó el equipo, pero no podía faltar una de sus celebraciones en la foto. Porque, aunque resolvió buena parte de la eliminatoria en la ida sin él el equipo de Pochettino, Harry Kane es quien vertebra el derecho a soñar de este equipo.
El equipo de Pochettino solo tuvo que lamentar la lesión de Winks, quien sufrió un problema muscular y pidió el ambio. Eso sí, sus tres apercibidos, Alderweireld, Eriksen y Lamela evitaron la amarilla.
Favre, que acabó quitando a sus dos laterales para acumular pólvora, ni siquiera se pudo despedir con un gol del honor. Así es la Champins, cruel con el que se va, un trampolín inmenso para el que avanza.