El Paris Saint-Germain vuelve a estar en crisis. Y vaya crisis. Ni los mejores del mundo hacen del club parisino un equipo temido y tampoco Pochettino consigue dar sensaciones de seguridad.
Lo que transmite el PSG es desequilibrio y desconcierto. Un rebaño sin un pastor claro. Y la duísima caída en la Champions League todavía sigue afectando a un equipo que no dio una buena imagen en la casa del Mónaco.
Salvo contadas ocasiones y lo de siempre, el PSG volvió a dejar mucho que desear en la creación y, sobre todo, en un aspecto tan importante como es la actitud. El mejor fue de nuevo Mbappé, si bien el solo no puede ganar partidos.
Neymar acabó siendo sustituido y la defensa estuvo muy blanda. De hecho, incluso Mbappé tuvo algún momento de enojo cuando se aproximó al banquillo para quitarse la camiseta térmica tras encajar el primer tanto. Al luso se le vio con un rostro contrariado por la situación.
El Mónaco perdonó tanto que el fútbol acabó premiándole. Jean Lucas falló lo que no se puede fallar y delante de Donnaruma dos veces, aunque en la segunda sí puso bien las manos el meta italiano.
Fue Ben Yedder, el mejor del Mónaco, el que abrió la lata con una definición de puro delantero. Se adelantó al primer palo y con un leve toque con el exterior desvió el balón para la portería y batió a Donnarumma prácticametne a bocajarro.
El PSG coleteó con los disparos de Neymar y de Achraf que se encontraron con un concentrado Nübel, por lo que al descanso se marchó perdiendo el PSG por la mínima.
En la segunda mitad hubo más de lo mismo. Mbappé no aprovechó un regalo de la defensa y resultó de lo más extraño porque estuvo lento el delantero en una jugada que nunca falla.
Con un PSG nada resolutivo, el Mónaco aprovechó para colocar el segundo, esta vez de Volland. Aguilar dejó pasar el centro de Ben Yedder y desde atrás llegó el recién entrado jugado del Mónaco para prácticamente empujar el cuero.
Para redondear lo que fue una gran tarde en Mónaco, Volland sacó un penalti tras un buen robo en el centro del campo. Donnarumma le adivinó la idea a Ben Yedder, pero su despeje fue malo y llevó el balón al fondo de la red por el palo contrario.
El Mónaco le sacó de nuevos los colores a un PSG que, salvo contadas ocasiones, fue inferior a pesar de tener el balón y le faltó demasiada chispa.